Estamos en la zona bananera del Urabá. Kilómetros y kilómetros de sembrados de plátano y banano se suceden al borde de la carretera y hacia el interior. Para apreciarlos en toda su magnitud habría que sobrevolar la zona en avioneta o tomar fotografías con un dron. Bolsas de plástico azules envuelven los racimos en las matas para protegerlos de las plagas producidas por los insectos.
Y hablando de insectos… aunque las arañas no son insectos, en los sembrados de plátano se encuentra una araña muy venenosa, a tal punto que algunos dicen que es el insecto más venenoso del mundo. Yo no lo creo así, aunque sé de la potencia de su veneno. Se la llama precisamente la araña platanera. No se presentan tantas picaduras como deberían ocurrir porque la araña generalmente huye, pero molestada es muy agresiva; cuando va a picar levanta todo su cuerpo sobre las patas traseras en actitud claramente amenazante.
Pertenece a la familia ctenidae y su nombre científico es Phoneutria, palabra que viene del griego y significa asesina. Las dos especies más conocidas son la Phoneutria phera y la Phoneutria nigriventer. Esta última tiene los quelíceros rojos. La phera es la más venenosa. Las plataneras son arañas errantes, que se desplazan buscando su presa, consistente en insectos, aunque también pueden cazar animales más grandes.
El veneno puede producir la muerte por asfixia y en los hombres tiene un efecto particular, produce erección que puede durar de 4 a 8 horas y es muy dolorosa. En otros tiempos y este dato es muy curioso, ocurrieron muchas mordeduras o picaduras de esta araña en un lugar inimaginable, en el puerto de Hamburgo, al desembarcar los envíos de banano que llegaban de los países sudamericanos.
Estando yo dictando clase en el colegio de Cristo cuando este funcionaba en el Parque Fundadores, una enfermera me llevó un bicho estripado en una chuspa de papel y me dijo que había picado a una señora en un seno y que la mujer presentaba graves problemas respiratorios. Inmediatamente pensé en una araña platanera. Pero el bicho era absolutamente irreconocible pues estaba totalmente estripado. Le dije que yo quería asegurarme si realmente era una araña la que la había aguijonado, mirando el sitio de la picadura, pero me dijo que la señora por nada del mundo se dejaba ver el seno. Yo quería hacerlo para saber por la forma de la picadura si podía tratarse de una araña y que para el caso yo era algo así como el médico, pero la señora insistió en su negativa. Supe después que estuvo bastante grave en el hospital. Yo insistía en verla porque por la forma de la mordedura se puede saber si se trata de una araña venenosa o no, o si podía ser otro bicho. Las arañas venenosas pican y dejan las señales de la mordedura en forma convergente y las no venenosas dejan las mismas paralelas. A las primeras arañas las llaman verdaderas y a las segundas falsas, aunque todas son arañas y todas son verdaderas arañas. Cosas de los aracnólogos. De todos modos creo que a la señora de marras la picó una araña platanera.
No sé si este es el momento de contar mi historia con el pianista más famoso del siglo pasado y no recuerdo si alguna vez la escribí en estas crónicas para LA PATRIA. Aquí va, advirtiendo que en esta crónica de hoy apenas alcanzo a decir que ocurrió en Madrid en 1974.
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