Lo primero que nos llamó la atención en Santafé de Antioquia fue el encontrar varias placas que hablan de la estadía allí de la madre Laura Montoya. Y volviendo a las monjas Lauritas, guardo para con ellas un curioso motivo de gratitud. En una excursión por el Guaviare quedé dormido al pie de un árbol. Al despertar sentí una fuerte rasquiña en el muslo derecho, mejor dicho en la nalga. En Bogotá una enfermera me dijo que me había picado un tábano y me había dejado los huevos del nuche, gusano que va creciendo y comiendo la carne, como le ocurre al ganado. Cómo sería de profundo el cansancio y el sueño que no sentí la picadura de esa mosca que cuando pica al ganado lo hace saltar de dolor. La enfermera me dijo que el remedio era muy sencillo, calentar una escama de cebolla cabezona y aplicarla varias veces al sitio de la picadura y al cabo de unos días apretando la zona sale muerto el gusano. Me apliqué juicioso el remedio varios días y nada que salía el gusanito. Cada vez la cebolla era más caliente. Con esa molestia tuve que viajar a Madrid a unas conferencias y allí una monja Laurita que era enfermera me dijo que lo que yo tenía era una fea quemadura de segundo grado por utilizar la cebolla tan caliente. Siguiendo su consejo un amigo que viajaba de Bogotá llevó un polvito que me apliqué en el sitio y santo remedio. Creo que el polvo se llama neguvón o algo así.
Santafé es una de las ciudades más antiguas del país. Fue fundada por el mariscal Jorge Robledo en 1545 y cambió de sitio varias veces debido al acoso de los indígenas. En 1545 el rey de España le dio escudo de armas.
Las casas coloniales blancas, las calles empedradas, las 8 iglesias, todo ello hace que Santafé sea considerado uno de los pueblos más bellos de Colombia y que haya sido declarado Monumento Nacional. Con estos elementos es fácil deducir que la principal fuente de ingreso para el pueblo sea el turismo. Santafé ofrece dos atractivos especiales, la Semana Santa, una de las más famosas del país y el Puente de Occidente construido por José María Villa entre 1887 y 1894. Este ingeniero y matemático es considerado una de las mentes más prodigiosas de Colombia. El puente une los municipios de Santafé de Antioquia y Sopetrán, es colgante y mide 291 metros, y al principio solo servía para peatones y luego fue adaptado para vehículos. En su momento fue considerado el séptimo puente más importante del mundo. José María Villa (1850-1913) hizo otros puentes colgantes además del de Occidente: el de Fredonia, el de Pescadero, el de la Pintada y el Puente Navarro de Honda. En Estados Unidos había colaborado en la construcción del puente de Brooklyn. Recorrimos el puente a pie y en vehículo y al hacerlo no pude menos que recordar el famoso cuento “Que pase el aserrador”, uno de los más bellos relatos costumbristas escrito por Jesús del Corral, que era descendiente de Juan del Corral del que hablaremos más adelante. Este cuento es sencillamente delicioso y los lectores lo pueden leer buscando en Google: “Que pase el aserrador”. Así empieza: “Entre Antioquia y Sopetrán estaba yo fundando una hacienda”. Cuando dice Antioquia se refiere a Santafé de Antioquia. Al pueblo Santafé se lo suele llamar simplemente Antioquia.
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