Hablar de Katíos es hablar de fauna. También aquí se encuentra el armadillo o cachicamo. Los paisas lo llamamos gurre y está presente en la narrativa de nuestros cuentistas, en las historias de los arrieros y en forma de coplas en la música popular. Este extraño animal parece sacado de una de las eras geológicas que estudiamos en la prehistoria. En los Llanos Orientales existe un armadillo gigante llamado ocarro, que está seriamente amenazado de extinción y que puede pesar 60 kilos y medir un metro y medio. En Villavicencio se lo puede ver en cautividad en el precisamente llamado Parque de los Ocarros. No olvido la airada discusión que tuve en un restaurante de Orocué, población situada a orilla del río Meta, cuando en un restaurante nos ofrecieron carne de cachicamo. La caparazón escamosa de este mamífero excavador es utilizada por los músicos para fabricar charangos. En la Sierra de La Macarena (que también es Parque Nacional) encontré por los lados de Caño Indio, en una de mis travesías, varias caparazones de armadillos que habían sido comidos por el jaguar.
En un territorio tan rico en fauna todo se puede encontrar; existe un murciélago pescador, sí señor, y ha sido estudiado aquí en el Parque Katíos. Sabemos que los murciélagos son insectívoros y hematófagos, pero también los hay piscívoros. Salen de noche a procurarse el alimento y vuelan rasantes sobre ciénagas y ríos buscando su presa consistente en peces y crustáceos además de insectos como el resto de sus congéneres. Ya hablamos de los murciélagos vampiros (hematófagos) que también los hay en esta selva del Parque Katíos.
Cerca de las cabañas de la administración del Parque han construido un mirador en una colina. Tres veces lo visitamos durante nuestra estancia en Katíos. Desde él la vista se explaya sobre el dosel de la selva cercana y lejos sobre las sabanas inundadas, y más lejos sobre el río Atrato y todavía más lejos sobre las ciénagas y al fondo, cerrando el lejano horizonte, sobre una serie de colinas. Hemos hablado de la riqueza en aves que poseemos en Colombia y en especial en el Parque Katíos. Este mirador es el lugar apropiado para observar el vuelo de las guacamayas al caer la tarde. Casi siempre vuelan en pareja; sabemos que las guacamayas son monógamas toda su vida. Estuvimos atentos con nuestras cámaras para “fusilarlas” en el llamado safari fotográfico. Para los fotógrafos tienen una ventaja que no ofrecen otras aves y es que al volar siempre van “charlando” y lo hacen en voz alta. Así que cuando aparecían sobre la selva podíamos enfocarlas. Su paso dibuja en el aire un camino de “escandaloso” colorido: los plumajes rojos, azules, amarillos sobresalen sobre el follaje verde oscuro de la manigua. El paisaje que se observa desde el mirador engloba todos los ecosistemas del Parque, desde las montañas que nos separan de Panamá hasta las sabanas, las selvas, las ciénagas, los cativales y el río Atrato. Esperábamos que cayera la noche para escuchar desde el mirador los ruidos, susurros y chillidos que llenan y rompen a esas horas el silencio de la selva.
Abundan los roedores en Katíos. Hay ratas espinosas, guaguas y ratones de monte. Las guaguas son otros animalitos que igual que los gurres llenan nuestros recuerdos de infancia en las historias de nuestros abuelos arrieros. No podía faltar en esta selva, y sobre todo en las sabanas inundables, el roedor más grande de la fauna mundial, el chigüiro, llamado también corpincho o capibara.
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