Inicio hoy, con especial delectación, unas crónicas sobre mi viaje reciente a Viena, la imperial Viena.
Y digo con especial delectación porque el reinado de Francisco José, con toda la carga de desgracias familiares y problemas políticos de toda índole, siempre me ha fascinado. La historia es una de mis pasiones. Es mucho lo que he leído desde años atrás y sigo leyendo sobre Francisco José, la encantadora Sissi y su imperio y reconozco, -¿se puede decir modestamente?- que nunca miré negativamente y como nefasta esa etapa de la historia europea, como tantos historiadores lo han hecho. Y digo que modestamente, porque ahora han surgido muchos historiadores e investigadores que revalúan el reinado de Francisco José, con todos sus problemas, como una etapa maravillosa especialmente en los dominios de la cultura en todas sus facetas: pintura, música, escultura, arquitectura, ciencia, medicina. Las revoluciones internas de este período, urdidas casi todas en los cafés de Viena, los más famosos del mundo, cambiaron la historia y la cultura de manera positiva. Y también la política y el mapa de Europa central y oriental.
Confieso que no sé por dónde empezar. Pero, hay que empezar.
En un parque de Viena hay un monumental monumento, vale la redundancia, a María Teresa, una déspota ilustrada que con mano dura condujo su imperio y dejó muchas realizaciones positivas. Ella fue la única mujer en el trono de los Habsburgo a pesar de la ley sálica y la última pues al morir se acabó la dinastía de los Habsburgo para ceder paso a los Habsburgo-Lorena. Gobernó desde 1740 hasta 1780 y dejó 16 hijos, todos con su esposo Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico. Su astucia y su inteligencia posicionaron su imperio como potencia en la Europa del Siglo XVIII. Varios de los hijos de María Teresa también fueron prolíficos. Uno de ellos llegó a tener 18 hijos. Estamos hablando de María Carolina, archiduquesa de Austria y Reina consorte de Nápoles y Sicilia, casada con Fernando Primero de las dos Sicilias. Vaya problema para dar títulos a 18 príncipes y princesas y que queden contentos. María Teresa, como todos los Habsburgos, era católica y dicen que muy devota. Fue intransigente con judíos y protestantes.
Exactamente 50 años después de la muerte de María Teresa nacería, también en Viena, otro monarca que igual que ella, influiría poderosamente en todos los destinos de Europa.
Estamos hablando de Francisco José, emperador de Austria-Hungría, por quien repito, siento especial simpatía, que no quiero se confunda con compasión pues fue profundamente desgraciado en su entorno familiar.
Digámoslo de una vez, sin ahondar en el asunto. Más tarde lo haremos con más calma. Su hermano Maximiliano fue fusilado en México por Benito Juárez. El otro hermano, Carlos Luis de Austria, murió de tifo en tristes circunstancias. Y el tercer hermano, Luis Víctor, fue el escándalo de la familia y lo apodaron El Archiduque de los baños. Resultó homosexual e hizo escándalos en la ciudad y para los Habsburgo que eran los grandes baluartes del catolicismo en Europa aquello fue terrible. El hijo y heredero de Francisco José, Rodolfo, se suicidó. El sobrino, llamado entonces a suceder a Francisco José en el trono fue asesinado en Sarajevo en 1914. Pero no pararon allí las desgracias del sufrido emperador. Ya en 1898 su esposa, la encantadora Sissi, había sido asesinada de una puñalada certera en el corazón. La vida de Francisco José es una auténtica tragedia griega.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015