“Benditas sean mis narices que respiran de nuevo la libertad de las montañas”. Así hablaba Zarathustra cuando sentado en “La Piedra del Eterno Retorno”, como llaman a una roca que se encuentra en un lago de Sils María de la Alta Engadina suiza, miraba las montañas. Y en otro lugar dice: ”Bendito sea lo que endurece; este endurecimiento es bueno para los que escalan montañas.” El hálito, el aire puro, la majestad de las montañas, llenan las páginas de “Así hablaba Zarathustra”. Para el superhombre nietzscheano no hay representación material más evocadora y exacta que las altas montañas. Ya enfermo y tocado de locura, Federico escribió un bellísimo poema titulado “Desde altas Montañas” en el que se queja de los amigos que lo abandonaron.
En un abuso de confianza imperdonable, para con el filósofo de la trilogía de la belleza, la grandeza y el poder, juego de esta manera con sus sibilinas palabras: Benditas sean mis narices que respiran de nuevo la libertad de las llanuras de Casanare, Arauca y el Vichada. Allá lejos, donde el viento se enseñorea de las sabanas, el aire es puro todavía.
Hoy quiero mostrar a mis lectores el paraíso de Colombia, el hato La Aurora. Y digo paraíso porque reúne los elementos supremos de la belleza natural: soledad, grandiosidad, paisaje, flora y fauna. Sí, soy un perdido enamorado de este rincón del Casanare al que vuelvo con consentida frecuencia. Allí, hundido en las sabanas que se funden en los espejismos del horizonte, me entrego al juego, telúrico y genesial, de creerme Adán en un rincón del mundo en el que los animales salvajes que pueblan las sabanas son hermanos del hombre en su camino. Allí intento, con ellos, con los bosques, con los atardeceres y con el limpio cielo, reconstruir la armonía cósmica que el progreso y la avaricia han aporreado inmisericordemente. Es un intento, es mi granito de arena.
Armando Barragán es el patriarca y como a todos los viejos y entrañables fundadores de hatos en esas regiones de los Llanos, lo apodan El Blanco. A él y a su esposa Ligia deben Colombia y también el mundo de la ecología la creación de un refugio para la fauna salvaje, tenazmente conservado a pesar de todos los intereses económicos que pugnan por convertir a los Llanos en gigantescos sembrados de palma africana, arroz y soya, arrasando despiadadamente los ecosistemas, los nacimientos de los ríos, los bosques riparios y la cultura llanera. Nelson, uno de los hijos de Armando, es el magnífico anfitrión del Hato. Poeta, pintor y músico, deleita a los visitantes con su voz, su arpa y sus composiciones llaneras. Enamorado cantor del Llano, pertenece a la misma saga de José Hernández, enamorado cantor de la pampa argentina. El colombiano le canta a su Llano, dormido bajo las estrellas del trópico y el argentino le canta a su pampa, tendida bajo las constelaciones del sur.
Así comienza Nelson, el llanero de La Aurora, su poema “Mi llano en cuadros y canciones”:
Voy a empezar a cantar
con sentimiento y coraje
para retratar el Llano
y sus distintos lugares
y para arrancar del pecho
las penas y los pesares.
Y así comienza el austral Hernández:
“Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que al hombre que lo desvela
una pena extraordinaria
como el ave solitaria
con el cantar se consuela”.
A Nelson le ayudan en el ecoturismo y en los trabajos del Llano sus hermanos, Julio, Jorge, Ovidio y Sebastián, todos enamorados, como él, de la inmensidad y de la cultura llanera.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015