Los lectores conocen la definición de salvaje que yo manejo, definición que no es mía, sino de los indios de las praderas del oeste americano. “Salvaje es lo más parecido a libre”. Por eso las mascotas no son libres, y por eso mismo no tengo mascotas. Respeto, desde luego, a las personas que las tienen. De todos modos me hago una pregunta: ¿Por qué centenares de personas se reunieron en Medellín e hicieron una manifestación de protesta cuando la autoridad ordenó eliminar a un perro que había matado a una anciana y nadie protestó por la muerte de la viejita? Ahí dejo la pregunta.
Así, salvajes y libres son los miles y miles de animales que vagan por las sabanas del hato La Aurora.
Las aves son quizás el atractivo principal para muchos visitantes del hato. Se han contabilizado 350 especies y yo tengo la suerte de haber fotografiado decenas y decenas de ellas. La Aurora es el paraíso de los ornitólogos y de los observadores de aves. Llaman la atención el garzón soldado, una especie de garza de más de un metro de altura; el águila negra que otros llaman gavilán negro, hermosísimo pájaro de color totalmente negro; los buhitos sabaneros que hacen el nido en tierra y salen a calentarse y siempre se los ve en parejas; las corocoras, que son parecidas a las garzas, pero con un pico largo y de color rojo encendido; el pájaro sol y luna, que tiene en un ala la figura del sol y en la otra la de la luna; un búho de gran tamaño que tiene su nido en un árbol que se encuentra al lado de las instalaciones del hotel Juan Solito; las bandadas de aves migratorias que llegan a los humedales del hato; los garrapateros que se posan sobre el ganado, sobre los chigüiros y sobre los venados a quitarles las garrapatas. Los arucos son pájaros de 60 centímetros de altura y dos metros de envergadura, tienen dos espolones en el carpo y un copete de consistencia córnea. Se parecen a los patos. Su nombre: Anhima cornuta.
Al lado del comedor, a escasos 4 metros de la mesa, siempre hay un racimo de bananos y a toda hora llegan aves a comer: carpinteros, azulejos, cardenales, carriquíes, incluso pavas, etc. Podría alargar las historias de las aves en el hato pero ya es suficiente con esta muestra. Por la noche es posible ver chuchas o zarigüeyas que también acuden al racimo.
En los árboles que rodean una de las lagunas el espectáculo del garcero que allí se asienta es maravilloso. Al atardecer comienzan a llegar desde todos los ángulos del cielo garzas blancas y corocoras, de modo que los árboles parecen arreglos navideños con algodones blancos y rojos. Las fotos que allí se obtienen son de postal.
En las lagunas abundan las babillas que salen a calentarse al sol y los visitantes se pueden acercar a fotografiarlas.
Al amanecer y al atardecer a la sinfonía de las aves se une el lúgubre aullido de los micos araguatos o aulladores. Es la manifestación de la vida del Llano en toda su mágica pujanza. En la laguna del garcero Jorge Londoño y su equipo de científicos de los caimanes han liberado una veintena; a estos saurios se les coloca encima un aparato transmisor mediante el cual se los puede monitorear. Estos caimanes son los cocodrilos del Llano o del Orinoco y su nombre científico es “Crocodylus intermedius”.
Los felinos son otro capítulo, muy especial, en el hato La Aurora.
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