Pero no ha sido la única vez que he dormido “con el enemigo”. Hablo de mi noche en el Parque Katíos sobre un colchón que era un nido de centenares de hormigas. Recuerdo otra noche, desde luego inolvidable (inolvidable quiere decir que no la puedo olvidar), cuando debajo de mi almohada en la selva estaba enroscada una mortífera rieca, la serpiente más venenosa de la Amazonia (Bothrops asper, 2,5 centímetros de longitud los colmillos). En otra ocasión, igualmente memorable, cuando dormía al aire libre en noche tremendamente calurosa al lado del Raudal de Maipures en el Orinoco, una escolopendra daba vueltas alrededor de mi cuerpo. Y hablando de peligro con venenos de animales, en una ocasión en la Sierra de la Macarena andábamos abriendo camino por selva cerrada, ayudándonos de manos y pies y nos estrellamos contra un avispero. Tuvimos muchas picaduras y un compañero comenzó a hincharse y asfixiarse. Fue un momento tremendamente dramático.
Nuestra primera noche en la selva de Katíos… no solo la primera, todas fueron así, la sinfonía de insectos duró hasta las 12 más o menos.
Es rico -adjetivo que lo dice todo- dormir arrullado por los ruidos de la manigua. Pasada la media noche los insectos se van a dormir o a descansar y se establece un silencio imponente. Cuando no está acostumbrado a los ruidos, susurros y rumores de la madrugada en la selva, el silencio, roto de vez en cuando por ruidos misteriosos que son gruñidos y chillidos, es inquietante. La selva “trabaja” de noche. Dos caballos que utilizan los funcionarios del Parque para transportar por el tramo seco del canal de entrada los fardos pesados, buscan todas las noches la cercanía de las casas del Parque. Uno de sus enemigos es el tigre y todas las noches parece ser que los vampiros hematófagos les chupan la sangre.
Al verlos un tanto lentos y demacrados recordé el bello poema “Los Caballos Viejos” del poeta palmirano Ricardo Nieto. Los describe viejos, inservibles, llenos de mataduras y gusanos y olvidados por quienes los utilizaron durante muchos años. Definitivamente los humanos somos bastante desagradecidos.
Nuestra primera caminada por la selva tenía por objeto visitar algunas cascadas. El camino está marcado, pues lo recorren a menudo los funcionarios en su trabajo de control y vigilancia. Aunque en Chocó la presencia de la lluvia es casi constante, se dice que la época seca ocurre entre enero y marzo. Nosotros visitamos el Parque en la última semana de diciembre y ya había empezado el verano, así que el piso de la selva estaba bastante seco. He venido al Parque en épocas de invierno y avanzar entre los charcos y barrizales exige un esfuerzo enorme. En la estación seca las precipitaciones descienden a 5.000 milímetros, o sea a la mitad, ya que el promedio anual es de 10.000. La época de lluvias va de mayo a septiembre. La temperatura promedio en el Parque es de 27 grados centígrados.
El bioma principal de Katíos es el bosque tropical higrofítico en las partes bajas y en la serranía predomina el bosque enano nublado.
A poco de salir de la cabaña ya encontramos huellas frescas de tigre, lo que quiere decir que estuvo merodeando las cabañas poco antes del amanecer. Había lloviznado por la noche y el bosque estaba fresco y los árboles todavía escurrían gotas.
Con las hojas mojadas el bosque es más sugerente y más bello especialmente cuando algunos rayos de sol se filtran entre los ramajes e iluminan las superficies húmedas de las plantas.
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