Como era de esperarse, recibí cartas de personas de Manizales que además de recordarme de muy mala manera a mi madre y con mayúscula y de endilgarme las palabras más insultantes y vulgares del idioma, defendían a los políticos ladrones. Según ellos yo soy el malo y no sus compinches políticos que se robaron el dinero de la alimentación de los niños de las escuelas; yo soy el malo y no los que se robaron la plata de las instalaciones deportivas; yo soy el malo y no los políticos y gobernantes que dejaron a medio acabar los famosos elefantes blancos, robándose el dinero y un larguísimo etcétera.
Sigamos recordando los momentos más oscuros de esta legislatura. Reconozco, de nuevo, que algún político y parlamentario honesto habrá pero tendremos que buscarlo como se busca una aguja en un pajar.
Hecho número cuatro. ¿Será que los honorables son dueños de las fábricas en las que se utiliza el asbesto como materia prima porque no ha habido forma de que lo prohíban en Colombia? Uno queda autorizado a pensar si será que les pasan dinero bajo cuerda para no prohibirlo. De todos modos a los parlamentarios no les importa un bledo la vida de los colombianos que han muerto por causa del asbesto. Según esto, podremos calificarlos de desalmados.
Hecho número cinco. Recuerdo perfectamente una sesión en la que se trataba de endurecer las penas a los feminicidas y abusadores de las mujeres. No hubo quórum. Entonces, de nuevo, se siente uno autorizado a pensar si será que los Honorables maltratan a las mujeres o a sus mujeres o tienen de alguna manera velas en este entierro.
Recuerdo ahora la anécdota de un loquito londinense (yo creo por lo contrario que estaba muy cuerdo) que allá por los años de la época victoriana escribió una carta al Lord del Tesoro en la que le decía: ya todo se sabe, abandone inmediatamente la ciudad. En los mismos términos escribió al Lord del Almirantazgo y así sucesivamente escribió a todos los ministros de su graciosa majestad. Y dice la anécdota que al día siguiente los Lores abandonaron la ciudad. El loquito de marras no tenía idea de nada pero le dio por divertirse de esa manera. Ensayemos en Colombia para ver cuántos Honorables abandonan la ciudad. Y a propósito del pomposo adjetivo con el que ellos mismos se califican, me pregunto qué sentirá un parlamentario cuando se dirige a otro y lo califica de Honorable, sabiendo que el aludido es tan pícaro como él. Y qué sentirán los periodistas que cubren noticias del Parlamento cuando entrevistan a los Honorables y estos hablan de moral y de decencia. Yo no me aguantaría y les diría: Honorables, ¿con qué cara hablan ustedes de decencia? Yo tendría que estar muriéndome físicamente de hambre para emplearme como periodista del Parlamento. Yo no me prestaría para hacer juego a los Honorables publicando cosas que se sabe no son ciertas. De todos modos toco madera y también expreso mi respeto a los periodistas que se sientan aludidos. A propósito, por qué no sacan del aire esa sección sobre las dos cámaras que incluyen en los noticieros de las dos cadenas a las siete y media de la noche un día a la semana. Conozco a muchas personas que hacen lo que yo, cambian de canal o de programa. Si el Parlamento es el sostén de la democracia, la democracia colombiana está podrida. Y ¿qué se hace con las cosas podridas?
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015