En Facebook los memes de turno ya no son tan divertidos, ya no circulan tanto las fotos de viajes o de la familia y los videos graciosos… todo para dar turno a la “cosa política”. Las redes sociales se han convertido en una plataforma para expresar sustancialmente nuestros pensamientos, sentimientos y creencias sobre la actividad política actual y, aun así, con toda esta cobertura mediática que aporta los miles de usuarios de esta red social no he encontrado nada nuevo; la división y polarización, y la despampanante estrategia de desprestigiar al otro como método de campaña (unos más creativos que otros) circulan constantemente hasta el sufragio final.
Es así como en las últimas elecciones las emociones, más que la razón, han validado nuestros pensares que se expresan efervescentemente en cada oportunidad tanto en candidatos como en ciudadanos del común. Y no los culpo, también hablo con efervescencia, cómo negar nuestro valor intrínseco, la diferencia de nuestros paisanos latinos y del mundo entero. La pasión que corre por nuestras venas viene con nosotros y va con nosotros en todos los aspectos de la vida. ¡Y aún más en la política! Sin embargo, hablar con pasión no justifica que expresemos deliberadamente nuestras opiniones sin fundamentos e infundamos en otros sin plena responsabilidad cada palabra que suscita la violencia y el odio. ¡Todos somos responsables!
Y entonces, la época electoral es el mejor experimento social, nos medimos contra todos, sale lo mejor y lo peor de nosotros, de los otros candidatos que nadie ve, nosotros.
Nosotros somos candidatos a un mejor país para la vida, donde sus sueños y los míos se puedan hacer realidad, pero tal vez no lo merezcamos, tal vez nos merecemos un país con un sistema de salud nefasto, tal vez nos merecemos ser el segundo país en Latinoamérica con el mayor índice de desigualdad, tal vez nos merecemos ser un país violento e inseguro, tal vez nos merecemos un sistema de educación mediocre, porque con cada silencio por una voz de un líder social que se apaga nosotros participamos de la impunidad, porque cada vez que aceptamos un cargo por un puesto político nosotros participamos del clientelismo, por cada corrupto que ponemos arriba nosotros subimos la cifra de niños muertos por desnutrición; por cada voto comprado nosotros participamos de la corrupción y de la maquinaria nefasta que aumenta la pobreza, por cada vez que nos abstenemos de votar por pereza, nosotros permitimos que otros decidan, por cada palabra de violencia y odio promovemos la división y la polarización ¿de nosotros con nosotros mismos? ¿Vamos arreglar el país a punta de huevo, piedra y bala?
Solo si tal vez nos diéramos cuenta que hoy Colombia es una viva representación de nosotros mismos cambiaríamos nuestra manera de pensar, hablar y actuar, pero por ahora, un país que cae en el odio, la polarización y el miedo, tiene todo el derecho que la gobierne los líderes que bien les represente. Es nuestra decisión, no la de un candidato de turno.
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