Una de las ideas que los psicólogos han debatido durante años es si el cerebro es una hoja en blanco o si venimos a este mundo con algún tipo de programación de base que nos ayude a defendernos mientras nuestros padres nos forman o mientras nos meten a un colegio. La Sicología del Desarrollo ha demostrado que venimos con una programación de fábrica y que a través de varias culturas se mantienen por lo menos cinco ideas o pilares de la moralidad que nos ayudan a orientarnos en esos primeros años: daño/cuidado, igualdad/reciprocidad, lealtad de grupo, autoridad/respeto y pureza/santidad.
Esos cinco pilares tienen una ecualización diferente en cada uno de nosotros y se ha podido demostrar que las personas orientadas políticamente hacia un pensamiento liberal otorgan más importancia a los dos primeros pilares, y las personas más conservadoras a los últimos tres.
Por la manera en que nos educan en Antioquia y Caldas y seguramente en otros departamentos de Colombia, pero aquí quizá con mucha fuerza, encuentro fácil de comprender, de acuerdo con esta explicación del cerebro humano, el que nos cueste tanto trabajo pensar de un modo más liberal. Voy a dar algunos ejemplos que no les serán ajenos, creo:
Recuerdo a mi tío tratándonos de convencer de que la respuesta “porque no, porque yo soy su tío y digo que no” era válida, porque para él, en su escala moral, la autoridad y el respeto tenían un valor muy alto, pero para los sobrinos que nos negábamos a entender, eran más importantes los pilares de igualdad y reciprocidad.
Recuerdo en mi colegio, cómo denigraron de una compañera porque un padre de familia se atrevió a afirmar que “no daba cinco centavos por su virginidad”, porque los valores de pureza y santidad eran más importantes que el valor del cuidado que debe tenerse con la intimidad de cualquier persona.
Y puedo ver ahora cómo algunos que fueron funcionarios públicos cuestionados en Manizales gozan de la simpatía de la gente y no existe la sanción social porque el valor de la lealtad de grupo es más importante que el de la reciprocidad, que es darle a cada quien lo que se merece.
Ninguno de estos pilares es negativo en sí mismo, pero una deficiente ecualización, un desequilibrio, para el lado que sea, nos puede llevar a cometer injusticias, a ir en contra de lo que estos mismos valores proponen o a hacer interpretaciones en las que ponemos por encima a las instituciones sobre la gente.
También es por eso que algunos que nos rebelamos parecemos muy extraños. Porque la actitud rebelde pone por encima el valor de la igualdad sobre la autoridad que es enseñada con más fuerza. Por eso a quienes velamos por el vulnerable nos sorprendemos cuando nos preguntan por qué queremos que las cosas cambien si nosotros estamos bien, porque ponemos por encima el cuidado/daño sobre la lealtad de grupo. Por eso a veces no nos entendemos.
En estas latitudes no nos enseñan tanto la lealtad o el respeto como la sumisión y la lambonería, ni tanto la pureza como la mojigatería, ni tanto la igualdad como la homogeneidad o el cuidado tanto como la inmovilización y convertimos estos valores que podrían ser virtuosos en vicios.
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