Si resulta que soy feminista, soy de las que cree que este movimiento cultural no puededarse solo entre mujeres. Que se llame feminismo comenzó pareciéndome poco estratégico, luego, sí, necesario, y sin embargo, todavía creo que no nos libera solo a nosotras. Aunque claro, soy consciente de que las más lesionadas por el sistema cultural en el que vivimos somos las mujeres. Es incómodo, perjudicial y muchas veces peligroso para nosotras, mientras que para los hombres es sobre todo cómodo, nada peligroso, pero sí, también, perjudicial y mucho.
Es importante entonces que los hombres encuentren un nuevo modelo masculino alejado del que hemos conocido. Son estereotipos, pero por decirlo de alguna manera, no se usa más el tipo que alardea de sus conquistas amorosas mientras señala de putas a las mujeres que se comportan igual que él. Es necesario que dejemos de señalar como maricas a los tipos que lloran, que se muestran sensibles, que hablan de lo que sienten, que son tiernos, con nosotras y entre ellos, que se visten de rosado o del color que quieran. Que dejen de sentir que un rechazo de una mujer los descalifica y que no reaccionen mal ante esas situaciones. Que no nos digan que qué nos creemos, que tan ariscas, que tan rogadas, que lo que queremos es que nos insistan, para que eso nos dé la libertada de decir que no cuando no queremos, pero, más importante, de decir que sí sin que nos acusen de fáciles.
Que comprendan que las mujeres no les pertenecemos, ni estamos para agradarles, ni para que nos vistamos o nos peinemos o nos motilemos para darles gusto. Ni para sonreírles o reírnos de los chistes que no nos parezcan graciosos solo para cuidarles el frágil ego. Que dejen de decirnos que bravas nos vemos más bonitas, que no nos infantilicen diciéndonos “niña” cuando dejamos de serlo hace años, que nos traten con respeto y que encontremos juntos lo que estamos proponiendo: una nueva manera de relacionarnos.
Y que todo eso les parezca cool para que quieran hacerlo. Necesitamos un hombre
Marlboro que se vista de rosado, monte en pony, mire el atardecer y se conmueva, cocine, lave, pague facturas, cambie el rollo del papel higiénico cuando se acabe, sin que nadie tenga que señalárselo, que se muestre abiertamente enamorado y que quiera cuidar a su pareja sin que a nadie le parezca extraño. Y que sean como quieran, de la misma manera que las mujeres estamos defendiendo nuestra libertad para ser algo así u otra cosa distinta, pero todo, en el marco del respeto.
Y esas cosas están muy relacionadas con el poder. Es importante entonces que lo compartamos, que nos nombren en cargos de poder donde realmente lo tengamos, que nos paguen bien, tan bien como a los hombres. Que nos vean como iguales para que nos respeten como a sus pares, que es lo que somos.
El nombramiento esta semana de Dolly Montoya como rectora de la Universidad Nacional de Colombia tiene ese importante significado. Por supuesto que ella no fue nombrada solamente por ser mujer, es química farmacéutica de la Nacional, magíster en ciencias biomédicas básicas de la U.Nacional Autónoma de México y Ph.D. de ciencias de la Universidad Tecnológica de Múnich de Alemania. Su primer intento por ser rectora de esa universidad fue en 2006. Lo logró 12 años después. Creo que el impulso que ha tomado el movimiento feminista en el mundo está relacionado con ese nombramiento. Es la primera vez en 150 años que una mujer ocupa ese cargo. Ojalá las Universidades de Manizales sigan el ejemplo.
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