Para alivio del oído, están cada vez más cerca las elecciones presidenciales; cesará el festival de las mentiras o serán exclusivas del ganador. Para angustia del país, porque no hay de dónde escoger. Si fuera solo para reemplazar a Santos, sería suficiente con Goyeneche, Aguacate o Ananías, si vivieran. Pero se trata de proveer el cargo de Presidente de la República y las cinco ‘gangas’ que ofrece la vitrina política son pura cargazón.
Todos tan distintos en antecedentes e incapacidades, todos tan parecidos en sus propuestas: no plantean programas sino expresiones de deseos, vaguedades, imposibilidades y decisiones de incumplir. Si es por sustancia, no hay nada. Entonces, ¿por nombres?
Hay que empezar por el ‘coco’ Gustavo Petro, candidato del odio, el resentimiento, la retaliación. No es por su ideología, la que tenga; es por su condición personal. Quiere ser presidente para vengarse hasta de sí mismo, porque como guerrillero fue más político y de político obra como guerrillero. Con razón ‘su’ vicepresidenta es sicóloga.
Si a Germán Vargas le suprimen el Lleras, se extravía en la masa. Cree haber heredado los méritos del abuelo, pero no. Primero, Carlos Lleras era estadista; su carácter éste lo redujo a patanería; el liderazgo del viejo quedó en pataletas del joven; la firmeza en bravuconadas. Podría esperarse más de su co-candidato Pinzón, pero el puesto de vicepresidente no da ni para ‘farolear’.
A Humberto de la Calle le pasó el cuarto de hora y quedó contaminado con el proceso de paz. No pudo ni supo tomar distancia de las partes. Quizás lo hubiera logrado si revelara todo lo que pasó por debajo de la mesa de negociaciones. Pero, al parecer le quedaron gustando las malas compañías, incluida Clara López, la aristócrata rola revenida de izquierdista. Si hace cuatro años no ganó el de Pensilvania, el de Manzanares tampoco podrá.
El candidato del Centro Democrático está lejos de ser el Iván (Duque) Márquez de la extrema derecha. Su pinta de modelo de camisas o de pañales para la tercera edad -es versátil- lo confirma como simple comparsa de Uribe, la versión de Petro en esa orilla. Lo acompaña (?) Marta Lucía Ramírez, a quien se le ve desde lejos la frustración presidencial y la resignación vicepresidencial.
Y Sergio Fajardo es el Maluma de la política: pica aquí, pica allá, tiene ideas retorcidas y cuando abre la boca dice absurdos. Lo aplauden cortésmente, pero a sus espaldas lo detestan. Claudia López sería digna de mejor suerte.
Votar por Duque o por Fajardo es endosarle a Antioquia el presupuesto nacional y dejar el resto del país viendo un chispero. Que allá hagan sus obras con su propia platica.
Para mal, de estos cinco saldrá el Presidente. Por indeseables que resulten, nada disculpará la abstención. Hay que votar, aunque sea para adquirir el derecho de quejarse. ¡Que entre el Diablo y escrute!
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Coletilla: soplan por Colombia vientos de rechazo desatados por la mayúscula chambonada de Hidroituango, que aún podría causar una tragedia de proporciones bíblicas. No es la primera vez; ya en 1903 se quejaba Rafael Uribe Uribe: “La nota de la política actual es el antiantioqueñismo, que muchos toman seriamente por igual de antisemitismo”.
Hoy trasciende lo político: el país por fin está pronunciándose contra la soberbia y la prepotencia de la tal “raza antioqueña”, parlanchina, vocinglera y fanfarrona. Se fundamenta en un imposible ontológico denominado “lo paisa”, contracultura que le da patente de corso para declararse dueña de todo lo que ve, se apropia de lo que no tiene y se declara inventora hasta del maíz, los fríjoles, el caballo y la arriería, que ya existían mucho antes que… lo paisa. (¡Ah, harto lo sabemos en Caldas!).
Hidroituango demuestra a dirigentes y empresarios antioqueños que son seres comunes, al golpearlos en la única parte donde les duele: el bolsillo. Hidroituango es su Torre de Babel: “Y dijo Yahvé: Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan. Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros”.
En justicia divina, ojalá tales vientos los barran de las urnas el domingo.
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