Se fue Francisco Maturana del cargo de director técnico del Once Caldas. Mejor dicho, lo echaron por el pésimo rendimiento del equipo. Cuando llegó ilusionó por su recorrido y porque, como siempre, los dueños del club prometieron una gran campaña con grandes contrataciones. Nada de eso pasó y hoy el Blanco Blanco huele el descenso.
En la rueda de prensa, Maturana aseguró que en su paso por Manizales aprendió una nueva palabra: payola. “Yo no sabía pero existe y a todo nivel”, dijo. El técnico se muestra inocente y ajeno a toda esa corrupción que hay en el fútbol. Siempre lo ha hecho. Pero él sabe, conoce y ha vivido todo eso y más: desde la compra de árbitros hasta el asesinato de jugadores. Basta decir que jugó y fue técnico del Atlético Nacional en los años 80 y 90, cuando los carteles de Medellín y Cali amañaban partidos y los lavaperros con maletines eran casi que parte de la nómina de algunos clubes.
La payola es pagar para que algo o alguien salga favorecido. En el caso de las disqueras (de donde viene la expresión), es para que en las emisoras pongan a sonar una canción con más frecuencia que las otras. Promocionar a un artista hasta llevarlo al número uno. En el caso del fútbol, es el pago que al parecer hacen algunos futbolistas -o representantes de estos- al cuerpo técnico o los directivos de un club para que los dejen jugar.
Pero la payola en el fútbol no se limita a las canchas. También el sobre con dinero va a los periodistas, para que no maltraten al equipo o inflen a un jugador para cotizarlo. Y a las barras, para que protejan jugadores o defiendan con vehemencia los intereses de algún directivo. Un ejemplo latinoamericano es Mauricio Macri, que de exitoso empresario pasó a presidir al Boca Juniors, donde aprendió a agitar las masas (y los votos) para llegar a la alcaldía de Buenos Aires y finalmente a la Casa Rosada en Argentina. En Manizales ya tenemos en la Asamblea al líder de Holocausto Norte.
La payola en el Once Caldas no es nueva. Tal vez no usen ese término, pero sí el de “obsequios”. A Flavio Torres, cuando dirigió al cuadro albo, los jugadores Marlon Piedrahíta y Camilo Pérez le regalaron un reloj de $4 millones y un sobre con billetes por el mismo monto. Así, como de cheveridad de estos jugadores, que pasaron del Deportivo Pasto al Blanco Blanco, cuando este era competitivo en el rentado nacional y jugaba la Copa Libertadores.
Peter Domínguez, el otro jugador involucrado en este caso de “obsequios” costosos, denunció el hecho y lo borraron del club. Y del torneo de primera división. Ahora deambula por el Unión Magdalena sin pena ni gloria.
En este nuevo escándalo del Once vuelven a señalar a las directivas de ser los culpables. Pero todo se queda en las especulaciones. Nadie se atreve a hacer acusaciones directas y presentar las evidencias. Cuando a Maturana le preguntaron que quienes estaban involucrados en la payola dijo que entrar en detalles sería “un acto de deslealtad, tanto con los jugadores como con los directivos”. Va y corre el riesgo de Peter Domínguez.
Maturana sí sabe lo que es la payola. Después de la rueda de prensa en la que hizo las graves acusaciones sin señalar culpables, salió a cobrar su indemnización por ser despedido. Unos hablan que fueron $900 millones, otros de $350 millones… en todo caso mucha plata. Al menos la suficiente para pagar su silencio.
Maturana puede ser muy diplomático, pero no sabe el daño que hace al quedarse callado. No solo al Once Caldas, sino al país. No denunciar a esos pícaros, a esos bandidos de la payola, es alimentar más la corrupción en este país llevado al carajo por ese mal.
Pacho, en tu filosofía hablas de “perder es ganar un poco”. En este caso perdé esta para que ganemos todos los colombianos.
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