La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia condenó, esta semana, a Ferney Tapasco González a 36 años de prisión por ser el autor intelectual del asesinato del periodista Orlando Sierra Hernández, ocurrido en 2002. Un hecho raro en Colombia.
Casi nunca los investigadores pasan de los gatilleros y llegan a las mentes criminales. La constante es que la cadena se rompe con la muerte o desaparición de algún testigo. Con evidencias que se embolatan o contaminan. Con abogados que dilatan. Con cambios de versiones de implicados. Y las cosas se tornan más truculentas a medida que los implicados aumentan en poder… Se puede caer un helicóptero en las montañas de Antioquia o beber cianuro de manera accidental.
Tapasco, exdiputado y expresidente del Partido Liberal en Caldas, es una mancha horrible en la política regional. Un tipo que ascendió apadrinado por el senador aguadeño Víctor Renán Barco, porque era un tipo sin escrúpulos. Basta ver el prontuario de Tapasco para darse cuenta de la clase de persona que es: culpable de concusión (1978), falsa denuncia y encubrimiento de homicidio (1994), inhabilidad para ejercer cargos públicos (1998), paramilitarismo (2011) y autor intelectual de homicidio (2015 y ratificado esta semana). Usaba el miedo y la intimidación para obrar en pro de la coalición yepobarquista, que por años manejó las riendas del departamento. Era una herramienta útil para conseguir votos.
Pero con sus jefes naturales caídos en desgracia (Barco muere cuando era investigado por paramilitarismo y el senador Ómar Yepes se retira en medio del proceso que lo involucraba en tráfico de influencias y del que fue absuelto por el corrupto procurador Alejandro Ordóñez) y su heredero -el congresista Dixon Ferney Tapasco Triviño- condenado por parapolítica, se quedó sin palancas para sacar adelante este nuevo escollo judicial, como la había hecho antes.
Además, esos personajes que se formaron (o deformaron) en la política bajo su tutoría se adueñaron de su poder. El congresista Mario Alberto Castaño Pérez es el nuevo barón del liberalismo en Caldas y, como sus mentores, ya tiene una investigación encima. Se salvó de perder la curul por ausentismo injustificado a pesar de faltar unas 77 veces (hasta agosto pasado) a las sesiones de la Cámara de Representantes.
El poder de Castaño Pérez le permitió poner alcalde en Manizales, aliarse con otros partidos para fortalecerse en la región y ahora usará su maquinaria para ir por la Gobernación. Tal y como lo hicieron sus antecesores.
Castaño también se rodea de amistades cuestionables, como Carlos Hernán Serna Trejos. Este exdiputado del partido liberal de la Asamblea de Caldas fue investigado por los delitos de concierto para delinquir, homicidio en persona protegida, entrenamiento para actividades ilícitas, extorsión agravada y nexos con el paramilitarismo. Fue absuelto de estos crímenes por el Tribunal Superior de Bogotá y se quemó en su intento de llegar al Congreso de la mano de su amigo. Unas coincidencias que evocan esa complicidad que había entre el senador Barco y el diputado Tapasco.
Ya veremos qué sucede en unos años con estos descendientes de la política regional. No obstante no podemos augurar algo diferente a lo anterior si los métodos de hacer campaña, estructurar un partido y buscar votos son similares a los usados por el yepobarquismo. Son tan parecidos, que a Tapasco no le faltaron visitas en la clínica Guayacanes cuando se enfermaba y lo sacaban de prisión. Mucho calanchín de político nuevo llevando y trayendo recados y pidiendo consejos.
La condena a Ferney Tapasco, insisto, es una rareza judicial. Y si este proceso llegó a buen puerto no solo se debe a que se quedó sin padrinos poderosos sino a los descendientes de Orlando Sierra. A ese equipo de periodistas y amigos del asesinado subdirector de LA PATRIA que no dieron el brazo a torcer y que, a pesar de los múltiples obstáculos y el agotamiento mental que implica revisar los hechos año tras año, investigaron y sacaron este caso adelante.
Ellos y su búsqueda de la verdad son los héroes de esta historia.
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