Ética, estética y política es un texto escrito por el abogado argentino Alfredo Vítolo, y publicado por el periódico La Nación (https://bit.ly/2UVjyXP), en el que expuso el legado que nos dejaron los griegos al darle mucha importancia a la ética y a la estética.
“La ética comprende las virtudes morales más importantes de los hombres: fortaleza, templanza, amistad, verdad, equidad y justicia, que se expresan en los comportamientos, ya que el deber de las virtudes es proponerse lo más noble como fin. La estética, que tiene por objeto el vasto imperio de lo bello, se manifiesta por las maneras, el estilo y las formas de actuar”, escribe Vítolo.
Y, para no entrar en debates de que lo estético es subjetivo, el filósofo Jacques Rancière redefine la estética desde un punto de vista político y ético, “no como disciplina, sino como régimen de lo sensible”.
Hago esta breve introducción político-filosófica porque preocupa lo que está sucediendo en Manizales en cuanto a las decisiones de la Alcaldía por “mejorar” la ciudad. Pasemos por alto las obras de infraestructura que, por pequeñas que sean, siempre son un desorden. Vamos a algunas decisiones ornamentales recientes tomadas durante el mandato de José Octavio Cardona León.
Está ese portón enorme sobre la Avenida Centenario que, más que simbolizar la entrada a la “Ciudad de las puertas abiertas”, recuerda la entrada a una finca. ¿De dónde salió la plata para eso? ¿Quién hizo la curaduría? ¿A quién le consultaron? ¿Fue un capricho de nuevo rico?
En nuestras calles y avenidas están reemplazando los árboles por hitos viales, bolardos, reductores de velocidad y demás obstáculos bajo el pretexto de mejorar la movilidad de la ciudad. Pero no lo están logrando. Cada vez todo es más lento, hay más carros y el dinero que se invierte en estos parapetos naranja podría invertirse en educación ciudadana sobre el buen uso del espacio público y respeto a las normas viales. También en hacer más eficiente el servicio de buses (¿Qué pasó con el Sistema estratégico de transporte público?).
Está el Monumento a la tolerancia que se instalará en la Plaza Ernesto Gutiérrez Arango. Por las imágenes presentadas por la Alcaldía parece más la representación de un puñal oxidado que lo que se supone que es: una vela. El trabajo, que se supone se hará con armas blancas decomisadas, carece de sensibilidad. Tampoco comparto la idea de algunos que proponen que se haga un estoque con el pretexto de que Ernesto Gutiérrez fue un reconocido ganadero de toros de lidia, cuando fue mucho más que eso.
Este monumento se presenta contrario a lo que hizo la artista plástica Doris Salcedo con Fragmentos (elaborado con fusiles entregados por guerrilleros desmovilizados), cuyas losas oscuras ponen a pensar. Una alegoría porque “la guerra y la violencia no se podían glorificar”, dijo Salcedo.
Y está el infame puesto de buñuelos instalado en el Parque de la mujer, justo en el espacio usado para que las personas hagan ejercicio. Es una falta de sensibilidad hacia esas personas que hacen aeróbicos, al lugar (Parque de la mujer - Luz Marina Zuluaga) y al entorno. Además, la carga simbólica del buñuelo contrasta con las actividades lúdicas y de vida sana que allí se fomentan.
Tampoco es ético porque es abusar del espacio público, como ya lo había hecho el mismo negocio en El Cable durante las Ferias. Según el gerente del Instituto de Cultura y Turismo de Manizales, Héctor Fernando Ortiz, el chiringuito buñuelero se instaló allí tras una licitación pública… de un solo oferente. Y resulta que quien está detrás del local es el señor Wilmar Granada, amigo del alcalde.
No hay estética en estas obras y con cada explicación que dan desde la Alcaldía para hacerlas (desde el puesto de buñuelos hasta la siembra de “individuos arbóreos”) se evidencia que tampoco hay ética. La nobleza se reemplazó por el negocio y el amiguísimo; lo bello por lo fácil.
Dudo de sus buenas intenciones y argumentos de “fortalecer el presupuesto, para sostenibilidad y mantenimiento de parques”. Al final creo que los mentirosos, como los buñuelos, se voltean solos.
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