La carrera política de Álvaro Uribe estaba muerta en la mañana del domingo 2 de octubre de 2016, día en que se votó el plebiscito por la paz. Ante una posible derrota de su grupo, que se oponía a la firma de los acuerdos que pondrían fin a 50 años de conflicto armado con las Farc, el expresidente dijo a La F.M. que consideraba el retiro y que no se postularía de nuevo al Senado.
"Ya hay tema de edad, de compromisos de familia que probablemente hagan que yo no esté en el Congreso. Yo creo una cosa, con mis errores y dificultades yo le digo a los colombianos que me los perdonen, yo he trabajado por la patria y de buena fe (...) Yo no dejé un paraíso pero el país iba mejorando. Mi deuda es con mi familia, especialmente con mi señora", se confesó el 28 de septiembre de 2016.
Su campaña, sin embargo, ganó el plebiscito. Con mentiras, con verdades a medias, con manipulaciones... Uribe resucitó. Gracias a un embeleco de Juan Manuel Santos -que no tenía por qué llevar el plebiscito a las urnas- no solo le dio vida al expresidente sino que lo fortaleció al punto que, dos años después, un candidato de su partido -sin recorrido y desconocido- hasta entonces ganó las elecciones presidenciales. Además, el Centro Democrático alcanzó la mayor votación para el Congreso en las pasadas elecciones y este Uribe zombi será presidente del Senado.
El tema de la edad, la familia, la esposa quedaron olvidados. De igual manera la “buena fe” con la que dice trabajar. A este muerto viviente le han bastado dos semanas con su títere -el presidente electo Iván Duque- en el poder para oponerse a la Misión de Verificación de la ONU, que pidió poner en marcha el sistema de Justicia Especial para la Paz (JEP).
También para movilizar su bancada de zombis para oponerse a la JEP y cambiar dos articulitos, a pesar de lo inconstitucional que pueda ser. Para traicionar la confianza que las Fuerzas Armadas le tenían. Para que sus zombideologos, como Alfredo Ramos y José Obdulio Gaviria, tengan la bajeza de insultar o mandar a “neutralizar” a sus detractores.
Quienes hemos visto películas y series de zombis sabemos que estos muertos vivientes se mueven en hordas. Carecen de cerebro y se mueven y atacan por el mero impulso de la criatura que va a la cabeza del grupo. Así se han comportado los integrantes del Centro Democrático desde la victoria de Duque, como caminantes hediondos que infectan todo a su alrededor. Y Uribe, putrefacto, da dentelladas para convertir en zombis las Cortes para unificarlas bajo un mismo cerebro, último escollo para tener al Estado bajo su control.
Esto, sin embargo, se puede revertir si no dejamos que nos muerdan. Que no nos contaminen con sus ideologías caducas y tóxicas. Usando los cerebros que ellos tanto desean para frenar su impulsividad. Desnudando sus mentiras y manipulaciones para transformar el país en el que estamos por el que ellos quieren... ese del Cauca dividido entre indígenas y mestizos, de Paloma Valencia. El que considera que el Chocó “es una carga” y que el salario mínimo es “ridículamente alto que debe ser reducido” a pesar de ser el tercer país más desigual del mundo, del exministro Alberto Carrasquilla. El de los “buenos muchachos”.
Este 7 de agosto Juan Manuel Santos entrega la Presidencia dejando un país menos violento. Con un Hospital Militar con camas y habitaciones vacías. Sin conflicto armado con las Farc y apostándole a la verdad, justicia y reparación de víctimas. Pero esta guerra puede revivirse gracias a la “buena fe” de un personaje que hace dos años estaba prácticamente muerto.
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