Buscar el poder y comprar conciencias para limpiar la imagen no es cosa nueva. Patrick Kennedy y su hijo, Joseph, lo hicieron con éxito. El abuelo y padre del famoso presidente estadounidense John F. Kennedy (JFK), usaron la fortuna que amasaron con la importación de whisky irlandés para meterse a la fuerza en la aristocracia bostoniana, que por muchos años los vieron como a unos “levantados”.
El viejo Patrick, que era un resentido, pasó de ser un inmigrante estibador a dueño de cantinas a exitoso importador de licores. Al morir, su hijo Joseph heredó el puesto y usó sus ahorros para entrar a la élite de los poderosos. Además, su falta de escrúpulos le permitía relacionarse con influyentes políticos en Washington D.C. o la mafia italiana. Fue así como su fortuna no se afectó durante la Gran Depresión, pues al parecer contaba con información privilegiada que le permitió retirarse e invertir en lo que era. Tampoco se afectó su negocio durante la época de la prohibición, pues Al Capone le movió el trago de contrabando.
Y, al terminarse la Ley Seca, en 1933, Joe Kennedy incrementó aún más sus ingresos. Su amistad con el hijo del presidente Franklin D. Roosvelt, le permitió hacer lobby para obtener el monopolio para la importación de whisky irlandés a Estados Unidos.
“La imagen es la realidad”, le enseñó Patrick a Joseph, y esa fortuna amasada de maneras legales e ilegales pavimentó las carreras de John y Robert Kennedy. Ellos ya no eran “levantados” ni “contrabandistas” sino realeza política. Tanto que, cuando JFK asumió la presidencia, bautizó como “Camelot” a su entorno.
El legado oscuro de los Kennedy lo recordé tras leer el informe de Camilo Trujillo Villa sobre el senador caldense Mario Castaño. Lo publicó esta semana La Silla Vacía (https://bit.ly/2Iq0NoA) y allí presenta un perfil de este cacique regional y de cómo planea asumir un control total del departamento.
El pacoreño Mario Alberto Castaño Pérez es sagaz y voraz. Y, al igual que Patrick Kennedy, resentido. En el texto Mario Castaño consolida su poder en Caldas… y lo que falta, Trujillo expone que el hoy senador “detesta” los políticos tradicionales y que se propuso acabarlos. Y lo está logrando.
Quienes gozan de su apoyo arrasan con campañas que trabajan fuertemente las bases populares. Al punto que muchas veces se percibe más como una lucha de clases sociales, que de propuestas políticas y planes de gobierno.
Al leer el texto, también me corre un frío por el espinazo. Este heredero del clan Víctor Renán Barco trae una larga sombra desde su paso por la Industria Licorera de Caldas (ILC). Algunos de sus amigos en este ente departamental terminaron salpicados, investigados y condenados por interés indebido en celebración de contratos y falsedad ideológica en documento público.
El senador también admite que es una de las personas que “más sabe del monopolio de licores” en el país. Que es lo que le gusta y sabe hacer. Se me pasa por la cabeza que ahora le compite de manera desleal a la ILC. Que conoce sus intríngulis, que sabe cómo hacerle el quite a los aranceles, llenarse los bolsillos y cobrar favores. Tal y como lo hizo Joseph Kennedy en la época de la Ley Seca.
También hay que mirar con sospecha y preocupación el dominio que quiere tener en el departamento. Ya tiene curul en el Senado, alcaldes y ediles en varios municipios de Caldas y dicen que va por la rectoría de la Universidad de Caldas. Amasar semejante poder pone contra las cuerdas a los débiles entes de control de nuestra región. También acalla a la oposición temerosa.
Pueden ser especulaciones formadas por cuentos, rumores o paralelismos como la historia de los Kennedy. Pero, cuando Castaño habla, se vislumbra un oportunista que vela por su propio beneficio y no el de la comunidad. Que no es leal con su partido y no es transparente (basta ver el apoyo que dará en la carrera hacia presidencial).
Sería bueno que el senador nos contara y mostrara de dónde salió la plata para su campaña y la de sus amigos. Cómo funcionan y quiénes son sus socios. Y cuál es su proyecto para Caldas. Si usará su poder para apuntarle a llegar a la Luna, como lo hizo Kennedy, o solo lo quiere para aplacar y humillar a quienes le han dicho “levantado”. Para comerse a las Marilyn Monroe de turno, a las más buenas y más finas. De puro resentido.
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