En la búsqueda de la pluralidad y en el afán de oponerse a la política tradicional, los colombianos nos conseguimos unos representantes que ¡hágame el favor! Desde la bruja Regina 11 a un lustrabotas semianalfabeto.
Personajes que aportaron folclor a la política, pero poco por el desarrollo del país. Muchos de ellos sirvieron -sirven- de tontos útiles endulzados por los gamonales de los partidos tradicionales para recoger votos o impulsar propuestas que, en algunos casos, iban en contra de las comunidades que decían representar.
Entonces terminan pasando vergüenzas, ofendiendo personas o, en el peor de los casos, involucrados en delitos y encarcelados. Por pendejos. Pero no aprendemos y -elección tras elección- salen elegidos unos fantoches que dan pena ajena. Desde ediles hasta presidente. Ciudadanos sin experiencia, manipulables y cuya mayor virtud puede ser cantar afinado.
Es lo que presenciamos con el presidente electo Iván Duque, vencedor por oponerse a las políticas de Juan Manuel Santos (político de carrera), por venderse como la renovación, y que durante la campaña presidencial respondía hábilmente trivialidades como la talla de Crocs de su jefe, tocaba la guitarra y hacía trucos de magia ante los medios de comunicación.
Verlo esta semana en su periplo por España me recordó esa frase que muchos decimos cuando estamos en otro país y nos exponemos al ridículo: aquí nadie nos conoce. Ante el rey Felipe VI, Duque mostró el candor de un niño que lleva un recado cuando le mencionó que Álvaro Uribe (su jefe y a quien llama “presidente eterno”) “lo quiere mucho”.
Luego, en el estadio Santiago Bernabeu, posó junto al empresario y presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Estuvo muy sonriente al lado de un individuo que debería ser cuestionado por el caso de corrupción de Commsa; por los cerca de 70 millones de dólares que el Estado colombiano le dio como anticipo y las vías que no hizo. Pero Duque le preguntó si le gusta algún futbolista colombiano.
La pena, sin embargo, se tornó ajena cuando el exfutbolista español Emilio Butragueño dejó a Duque como un hazmerreír. El político colombiano -haciendo acrobacias con un balón como una foca adiestrada- le preguntó cuántas cabecitas podía hacer. El hoy dirigente del Real Madrid le contestó: “yo la cabeza la utilizaba para pensar, no para golpear”.
Para colmo de males, cuando Duque se pone serio es ridiculizado por su mismo creador, o sea Álvaro Uribe. A través de Twitter el senador comparte que su muchacho puede tomar decisiones “solito”. Como el infante que aprende a levantarse y mantener el equilibrio por unos segundos. Pero “solito” no está armando el gabinete, se lo están eligiendo el Centro Democrático y sus asociados. Escogieron, por ahora, una gente polémica y de ingrata recordación, como el exministro Carrasquilla en Hacienda (investigado por abrir cuentas en Panamá para evadir impuestos en Colombia), o Nancy Patricia Gutiérrez en minInterior (investigada por parapolítica).
Cuando Duque quiere ser Duque -o sea “solito”- parece un bufón. Y cuando quiere ser como su mentor no es más que una caricatura, sea esta una mascota o un cerdo. Pero este, ni por enterado del oso que está haciendo. Ya lo advirtió el aforista alemán del siglo XVIII, George Christoph Lichtenberg: “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.
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