En las redes sociales se burlaron del alcalde de Medellín Federico Gutiérrez por condecorar con una medalla al robot humanoide Sophia. Fue durante una exhibición que se hizo del androide en la capital antioqueña y el mandatario salió al paso al asegurar que no hubo tal reconocimiento, pero que sí le dio un “paisaporte”, que -según el periódico El Colombiano- equivale a la entrega de las llaves de la ciudad.
Este acto frívolo -bien le hubieran colgado un collar de arepas y un carriel- y que no merecía mayor trascendencia, ilustra la falta de criterio y prioridades de nuestros dignatarios a la hora de reconocer y premiar a los ciudadanos (o máquinas como Sophia).
No más esta semana se supo que el general (r) de la Policía Carlos Ramiro Mena le entregó la medalla a la Transparencia al líder de la cienciología, David Miscavige. Un sujeto cuyo movimiento religioso, finanzas y obrar es todo menos transparente. Cuando el IRS (el servicio de impuestos estadounidense) investigó los ingresos de esta organización, la iglesia de la cienciología empapeló a sus funcionarios con 2 mil demandas y contrató detectives privados para que esculcaran en la vida personal de varios de ellos. Tras semejante intimidación, el ente gubernamental reculó y le otorgó el estatus de religión con el fin de ahorrarse unos 1.500 millones de dólares en impuestos.
Pero bueno, para los representantes de la Policía Nacional Miscavige es un tipo “transparente”, lo que no habla muy bien de los referentes éticos y morales de algunos uniformados.
Y si de transparencia, ética y coherencia vamos a hablar, el Concejo de Manizales la rompió con sus muestras de gratitud. Hace unos días le hizo un reconocimiento en nota de estilo a la firma Construcciones Felipe Calderón y Asociados, la misma a la que hace un año cuestionaba el proyecto de vivienda Tierra Viva y su impacto ambiental sobre la reserva de Río Blanco. La misma a la que le negó el uso de suelos y a la que en noviembre le pidió “respeto a la dignificación de la Corporación” y rectificar por engañar a la comunidad al asegurar en su publicidad que tenían permiso para seguir adelante con la biociudadela.
La misma que ha usado sus influencias para presionar e intimidar al concejal Carlos Mario Marín para que retire las declaraciones que hizo en contra de Felipe Calderón y su constructora.
Es por esta clase de homenajes pendejos, folclóricos e incongruentes que ya dudamos de la probidad de quienes los reciben. Más que honores se convierten en alertas para fijarnos en las intenciones detrás de la medalla o el diploma. Para pensar en qué favor le están haciendo. En cuál negocio bajo cuerda están cuajando.
Tan desvirtuados están los homenajes y las condecoraciones en Colombia, que a Juan Manuel Santos le dieron el premio Nobel de la paz y hay quienes dicen que la medalla se la compró al Comité noruego del Nobel.
Ya solo falta hacer la de Calígula, que nombró a Incitato, su caballo favorito, como cónsul para burlarse de la mediocridad e incapacidad de los senadores romanos. No estamos lejos. Ya tenemos al expresidente y senador Álvaro Uribe citando a ruedas de prensa en la caballeriza de su finca. Eludiendo preguntas incómodas al mejor estilo Miscavige. Intimidando a la exdirectora del programa Señal Memoria de la RTVC, la historiadora Tatiana Duplat, por colaborar con la Corte Suprema de Justicia. Y siendo blanco de burlas por dignificar a un monigote programado para hacer recados ante el rey de España.
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