Un hecho sin precedentes lo constituyó la cumbre realizada en la Casa de Nariño el pasado 29 de agosto, estuvieron presidentes de las mesas directivas del Congreso, directores y voceros de todos los partidos políticos, órganos de control y promotores de la consulta anticorrupción, hecho histórico que alentó dicho encuentro; una escena no imaginada nos mostraron los registros fotográficos donde pudimos apreciar efectivamente todas las fuerzas políticas, hasta las más enconadas de uribistas y Farc, sentados en la misma mesa con el presidente de la República; Gustavo Petro, excandidato presidencial que había señalado al presidente Duque de “hacer trizas” la consulta anticorrupción, por presentar al Congreso proyectos relacionados con el contenido del formulario, también hizo presencia en dicha cumbre y se sumó al propósito.
El presidente Duque da curso al planteamiento de campaña en el sentido de construir juntos un futuro por encima de las diferencias, del odio y de las divisiones de derecha e izquierda, sin que ello signifique unanimismo, la constructiva divergencia de opiniones constituye factor esencial en una verdadera democracia. El estilo conciliador y prudente de convocar y no insultar, demostrado con esta invitación, marca diferencia y envía señales de esperanza, pues los ciudadanos también estamos hastiados de posturas disonantes, de agresividad, gritos y rostros descompuestos de quienes por su investidura están llamados a dar ejemplo y obrar con prudencia.
El categórico mandato popular de la consulta anticorrupción, representado en 11.664.973 votos no alcanzó el umbral, pero dejó claro el rechazo rotundo de los colombianos hacia ese monstruo insaciable, produciendo el gran impacto político que la clase parlamentaria tiene la obligación de asumir y ejecutar las reformas que ha hundido ocho veces.
El cálculo de 50 billones como pérdidas anuales del Estado, según lo informó el contralor saliente, produce toda clase de sentimientos, rabia, vergüenza, dolor, repudio a sus artífices, a esos que han pasado “de agache” caminando entre las porcelanas como los gatos, saliendo airosos y desentendidos de sus fechorías; ni siquiera la sanción social los ha tocado, pues los seguimos viendo muy sonrientes en las páginas sociales y hasta cargando santos en solemnes procesiones de Semana Santa, ¡vaya cinismo!
Un núcleo poblacional particularmente me conmueve, los niños en condición vulnerable, ¡por Dios! ni ellos se han escapado, aterroriza conocer todas las miserables “proezas” que contratistas inescrupulosos han cometido con el Plan de Alimentación Escolar (PAE) facturas absurdas de pechugas de pollo a 40 mil pesos, millonarios contratos por tamales con precio unitario de 30 mil, Fiscalía y Procuraduría investigan a 40 alcaldes que han negado la alimentación escolar a 500 mil estudiantes en sus ciudades; según la Auditoría General de la República están embolatados casi 500 mil millones de pesos en ese programa. En nuestra Constitución, los niños aparecen como sujetos de todos los derechos, aparte de todos los vejámenes que padecen los menores de escasos recursos, los condenamos a aguantar hambre o consumir alimentos descompuestos. Esto avergüenza y requiere ¡acciones urgentes! Se nublan los ojos, se me arruga el alma, pero eso no basta.
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