Hoy se cumplen 126 años desde que el presidente Carlos Holguín Mallarino, firmó el Decreto 1.000 de 1891 que dio vía a la creación de la Policía Nacional; queda en el recuerdo el rústico atavío de ruana, sombrero, cotizas y farol que caracterizaba a los “serenos”, acompañantes rutinarios de pobladores en pequeños caseríos; hoy es una institución moderna que cuenta con personal capacitado en la labor a desarrollar, y con todos los adelantos que dispone la alta tecnología, siempre en función de una permanente e incansable acción en beneficio de la seguridad y convivencia pacífica de los ciudadanos.
Como toda institución integrada por seres humanos se ha visto en el ojo del huracán, las “manzanas podridas” de las cuales hablaba con frecuencia el hoy vicepresidente general Óscar Naranjo, y cuyo reprochable accionar no puede de ninguna manera estigmatizar a toda una institución; los posibles excesos en los procedimientos causan, como es natural, desconfianza entre las personas, pero estos hechos si bien preocupantes, no pueden dar paso a juicios apresurados y menos a ligera maledicencia.
La Policía Nacional ocupa sitio de honor en mis sentimientos, ello no ha sesgado mi concepto y cuando ha correspondido también he formulado cuestionamientos. Soy una enamorada de la vida, pienso que ese bien inalienable no debe ser arrebatado a nadie, llámese policía, campesino, soldado o guerrillero, “La vida es sagrada” (Antanas Mockus), por ello dos acontecimientos recientes retratan a cabalidad las reacciones de la sociedad respecto a sucesos en los cuales ha estado involucrada la Policía, el primero sucedido en Caloto (Cauca) donde el teniente Wilfredo Madrigal, de grata recordación como rector del Colegio Nuestra Señora de Fátima, (Colegio de la Policía en Manizales) y dos patrulleros, fueron atacados en su vehículo con artefactos explosivos, rematados y luego en un acto propio de buitres, fueron despojados de sus pertenencias, incluidos radios y armas, el video de tan inhumana acción muestra a civiles, cabe preguntar, ¿éstos estaban armados? o se trató de una acción conjunta en contra de los policías. Este hecho ocupó los medios informativos durante dos días, sin mayores análisis.
En Tumaco (Nariño) murieron ocho campesinos en un hecho aun sin esclarecer, donde intervinieron policías, civiles, disidentes de la guerrilla y otros grupos al margen de la ley, suceso del cual los organismos especializados aun no han dado un informe determinante sobre la procedencia y tipo de armas usadas; reacción mediática de algunos informativos: “La Policía masacró 8 campesinos”.
No podría omitir una mención especial de esa modalidad admirable del grupo de Prevención y Educación Ciudadana (PRECI), su positiva acción se ha irradiado en actividades orientadas a niños y adolescentes, personas de la tercera edad, gremios y empresas de vigilancia, madres comunitarias, Programas de participación ciudadana; principalmente vemos los frutos en las labores de capacitación dirigida a jóvenes vulnerables de las comunas, cuyos positivos resultados les ha brindado oportunidades laborales, dignificándolos como seres humanos y rescatándolos de situaciones de riesgo.
En este día, la más sentida gratitud al señor coronel Jorge Alberto Jaramillo Marin, Comandante de la Policía Metropolitana, un gran Oficial que ha sabido conjugar con sabiduría autoridad y humanismo, tendiendo puentes con autoridades y sociedad, interpretando a cabalidad que la razón de ser de la institución es la comunidad. ¡Afectuoso saludo a todos los policías de Colombia!
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