“Si la educación te parece costosa, ensaya la ignorancia”. Leí esta frase de Derek Curtis Bok, expresidente de la Universidad de Harvard, en un divertido artículo de Karl Troller en la Revista Bienestar que narra lo extenuante que puede ser buscar colegio.
El texto refleja mi situación actual: mi hija terminará el jardín y pasará a “colegio grande”. ¿A cuál? preguntan parientes y amigos. La respuesta es: aún no sabemos.
Es un privilegio discutir opciones porque muchos padres de familia no pueden hacerlo. La Escuela Auxiliar de Enfermería lleva meses con un cartel que dice “no hay cupos”, duro mensaje para quienes anhelan una posibilidad en ese lugar.
La falta de cupos y las limitaciones para pagar pensión hacen que muchos hogares no puedan ni siquiera plantearse la opción de elegir. Los niños ingresan al colegio que pueden pagar, queda cerca o simplemente los recibe, así carezca de servicios básicos como conexión a Internet, como hay hoy 126 colegios públicos de Manizales; o aunque no tenga profesor titular durante seis meses, como denunció esta semana el papá de un niño del Julio Zuluaga, en Chipre.
Con apenas 4 años mi hija suscita interés comercial. Todas las semanas llega del jardín con volantes, cuadernos, agendas y regalos que envían los colegios que intentan atraerla. Mientras en Bogotá los papás de niños de 2 y 3 años buscan cartas de recomendación y hacen filas en la madrugada para suplicar un cupo en un colegio, sin importar el estrato, acá hay una fuerte competencia entre colegios que no me ven como mamá sino como cliente.
“Formación en valores”, “Educación integral y personalizada”, “Cursos complementarios de arte y deporte”, “salas con computadores” y “ambiente campestre” son algunas de las frases que indistintamente repiten los folletos a partir de los cuales uno debe identificar diferencias.
Karl Troller recomienda en su artículo hablar con egresados. Los papás suelen defender la opción que eligieron, pero son sus hijos los que se benefician o padecen esa decisión. Hay graduados satisfechos que no le dan muchas vueltas al asunto: mi hijo estudiará donde estudié yo. Pero cuando esa opción está descartada, surgen entonces preguntas que van desde el número de tareas que ponen, la distancia con la casa y la jornada escolar, hasta asuntos más complejos.
Si se piensa el colegio como un espacio de socialización privilegiado para estructurar el pensamiento y cuya filosofía refleja una sueño de sociedad, entonces yo quisiera un colegio mixto, laico, bilingüe, grande y pluriestrato, aunque respeto los argumentos que he oído sobre por qué debería mirar opciones distintas. De hecho creo que, forzados por el mercado, elegiremos alguno que tenga varias pero no todas esas características.
Mixto porque no me convence la “educación para señoritas”: la vida es mixta y valoro los espacios en los que los hombres y mujeres podemos convivir en igualdad de condiciones y aprender los unos de los otros.
Laico porque la separación Iglesia-Estado que tanto defiendo de nuestra Constitución debe permear la educación y porque la formación en valores no tiene que estar asociada a los dogmas de fe.
Bilingüe porque los idiomas, como la literatura, son ventanas al mundo. A los libros se puede llegar adulto pero en el caso de los idiomas loro viejo no siempre aprende a hablar y en todo caso hay sonidos que un adulto jamás aprende a pronunciar. Bilingüe (o trilingüe ojalá, como hay tantos colegios de clase media en otras ciudades), aunque con una condición fundamental y es que le dediquen suficiente tiempo, rigor y pasión al español.
Grande porque le temo a los salones pequeños. En mi época no existía la palabra “bullying”; se decía: “las del salón me la montaron” y si el salón es pequeño basta con que dos “la monten” para que la vida sea una pesadilla. Además los colegios grandes suelen tener mejores espacios para deportes, artes y niños en situación de discapacidad.
Pluriestrato porque las exclusiones socioeconómicas son una de las formas más violentas de agresión. Pluriestrato no es un colegio caro que otorga becas para que niños “con necesidades” estudien allí y sean una especie de bichos raros a los que se les hace una obra de caridad, sino un colegio de clase media que por sus costos y calidad es una alternativa real para muchas familias distintas.
Cuando buscamos jardín visitamos uno en el que nos dijeron: “los niños son más o menos iguales. Acá elegimos papás. Garantizamos que si su hija va a donde un amiguito usted esté tranquila porque son una familia como la suya”. Justo eso es lo que no quisiera. Que mi hija se forme creyendo que solo puede estar segura entre gente como la de su casa y vecindario, habiendo tanta diversidad para conocer, disfrutar y enriquecer la vida.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015