Este jueves conocí a María Aceneth, tejedora de sombreros de Aguadas. Mientras trabaja mueve los dedos a una velocidad inverosímil, fruto de la práctica: lleva 50 años dedicada a lo mismo. Me contó que hacer un sombrero le tomaría tres días si tejiera de corrido, pero como también tiene que hacer el oficio de la casa y atender otras ocupaciones entonces se demora más o menos una semana. Un sombrero en Aguadas vale $70.000.
El viernes vi a Marco Antonio Victoria, el señor que desde hace 40 años prepara los huevos al vapor en El Polo de Salamina. La receta original la aprendió del papá del actual dueño del negocio, quien también le enseñó a hacer la macana. El local está decorado con fotos enormes de balcones, casas y parques bonitos de Salamina, que son muchos. Los huevos se cocen en un pocillo con el vapor de una greca clásica. Valen $3.000 y es increíble que por tan poquita plata uno pueda comprar tanta dicha.
Puebliar es un verbo hermoso que aún no existe para la Real Academia de la Lengua Española, aunque por estas tierras todos sepamos su significado. Puebliar es regalarse la alegría de visitar sitios en los que la vida es más barata, el ritmo más lento, el paisaje más colorido y la gente más amigable. Esta Semana Santa me dediqué a puebliar por el norte de Caldas y razón tienen quienes pregonan el enorme potencial de nuestro paisaje cultural cafetero en esta zona del departamento.
Luis Fernando Arias Orozco, el diligente coordinador de la Oficina de Turismo de Aguadas le pone cifras al asunto: Hace apenas 4 años su oficina registró alrededor de 2.000 turistas y ese es el mismo número de quienes han llegado al municipio en estos primeros meses de 2017, aunque con las obras de Pacífico 3 la gente le esté cogiendo pereza a viajar por La Pintada. En 2016 llegaron a su oficina más de 7.000 turistas, atraídos no sólo por el Festival del Pasillo, sino por todo lo que el pueblo ofrece el resto del año: artesanas que elaboran sombreros, mirador, cafés, parques, pionono, balcones coloridos y arquitectura tradicional bien cuidada, que le valió el reconocimiento de Monumento Nacional desde 2012.
También encontré bonito a Pácora. Hay muchos cultivos de aguacate en sus alrededores y numerosas puertas, balcones y ventanas pintadas de colores vistosos. En La Matraca venden un almuerzo delicioso, que se disfruta con el sonido de la quebrada que pasa justo por debajo del local, y al fondo se escucha el especial tañido de las campanas de la iglesia principal.
Salamina es Monumento Nacional desde 1982 pero cada día está más lindo. Tiene varios hoteles boutique y por esta época del año los balcones están llenos de orquídeas que suelen florecer para Semana Santa. Hay restaurantes nuevos, museos y opciones de cabalgatas y recorridos por fincas cafeteras.
Está, por supuesto, la huella del incendio del pasado 6 de abril, que consumió 7 viviendas y 21 locales de bahareque a apenas una cuadra de la estación de bomberos. La Calle Real se ve mueca. Todavía huele a quemado y en muchos sitios del pueblo hay carteles recordando que las donaciones para los damnificados se reciben en la cuenta corriente 084969997588 de Davivienda.
Estando en Salamina pensé en Mocoa. El Presidente Juan Manuel Santos dijo que espera que la capital de Putumayo quede mejor de lo que estaba antes de la avalancha y piensa uno en que ojalá también le ocurriera un milagro de inversión económica similar a Salamina y el norte de Caldas. Tienen todo para ser potencia turística: historia, arquitectura, paisajes, gastronomía. Ya no hay guerrilla ni paras. Pero no es posible pensar en una industria turística seria por una vía pésima: largos tramos de carretera destapada, estrecha, con huecos y enmalezada. Aunque la ruta Manizales-Neira-Aranzazu-Salamina-Pácora-Aguadas tiene 120 kilómetros, el recorrido tarda 4 horas, si no hay derrumbes o accidentes.
En los municipios del norte de Caldas viven 100.000 personas.
En mi infancia viajé con mi abuelita infinidad de veces a San Bartolo. En cada viaje ella decía con ilusión que el gobierno ya había prometido que pronto iban a pavimentar la vía de Salamina a Pácora pero que quién sabe si a ella le tocaría verla. Estoy por empezar a repetir lo mismo.
Pie de página
En un Estado laico en el que hay separación entre Iglesia y Estado no debería causar tanta reserva la creación de un Comité Municipal de Libertad Religiosa. En nuestra sociedad tienen que caber los credos de todos, y también los que no profesan ninguna fe.
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