Me parece asombroso el anuncio de esta semana sobre el descubrimiento de agua líquida marciana.
Me sorprende que seres humanos, en este caso científicos italianos, tengan la capacidad para encontrar un refundido lago de agua salada en Marte, oculto bajo una capa de 1,5 km de hielo, a 58 millones de kilómetros de la Tierra.
Todo lo del cosmos me maravilla. Este viernes ocurrió el eclipse lunar más largo del siglo XXI. Quedan aún 82 años pero los científicos ya saben que en ese tiempo no habrá otro que dure 102 minutos.
Esa magia de los cálculos astronómicos la inmortalizó Augusto Monterroso en su cuento El eclipse, en el que narra cómo los Mayas preveían con exactitud esos fenómenos, para sorpresa de los españoles que llegaron a presentarles otros dioses.
Esta semana hubo noticias de Marte, el eclipse, el fulgurante Nairo y los agujeros negros en el proceso de la Corte Suprema contra Uribe. Mientras todo eso ocurría en la Tierra, en el cielo de Manizales estuvieron visibles Venus (planeta caliente y ácido que huele a huevo podrido), Júpiter (con sus otras 12 lunas recién descubiertas) Saturno y Marte, además de la Luna.
Todo eso lo aprendí el miércoles porque calmé una vieja curiosidad: conocí el Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional. El solo hecho de ver girar y abrir la cúpula es suficiente motivo de emoción. Con un telescopio de 14 pulgadas, 26 años de experiencia, un equipo de 10 personas y cursos de astronomía que incluyen algunos cupos gratis para gente que no hace parte de la universidad, este sitio es un oasis de ciencia para niños y adultos, al que se suma el nuevo observatorio de la Universidad de Manizales.
Vivir en una ciudad universitaria nos pone a todos, literalmente, más cerca de las estrellas.