Dice la Real Academia de la Lengua Española (RAE) que la palabra “temporal” es un adjetivo que se refiere a algo “que pasa con el tiempo, que no es eterno”. En otra acepción la RAE explica que el término se refiere a lo “que dura por algún tiempo”.
¿Cuánto tiempo es “algún tiempo”? Eso no lo aclara la RAE. Es difícil identificar en qué momento algo deja de ser temporal para volverse permanente. Hay peleas que se pensaban pasajeras y se vuelven definitivas; muebles que estaban destinados a estorbar solo unos días y ahí siguen; novios que eran por vacaciones y se van amañando; empleados que llevan trabajando como provisionales más de una década.
En el ámbito privado, vaya y venga: cada cual decide cuándo admite que algo se volvió permanente o que, al contrario, algo que se creía eterno resultó pasajero. Pero no ocurre lo mismo en el sector público: dejar como permanente algo que solo era temporal requiere debate público y transparencia. No revelarle desde el principio a la ciudadanía las verdaderas intenciones para evitar que proteste es un engaño que se hace con la esperanza de que así, pasando de agache, las autoridades puedan salirse con la suya.
Un ejemplo es el impuesto transitorio del 4 por mil, que nació en noviembre de 1998 durante la Presidencia de Andrés Pastrana, un gobernante que ostentaba el Récord Guinness de liviandad hasta que llegó el subpresidente actual. Cuando Pastrana anunció el impuesto del 2 por mil protestaron los bancos, los que tenían cuentas, los economistas que veían la medida como un desestímulo a la formalización de la gente que prefiere guardar la plata debajo del colchón... Ante las quejas el Gobierno prometió que el impuesto sería solo por un tiempo pero hizo todo lo contrario: en el año 2000 lo subió al 3 por mil y en 2003, en el gobierno de Uribe, se convirtió en 4 por mil. Nació como un impuesto transitorio pero hoy tiene más reversa una lágrima.
Esta semana la Alcaldía de Manizales anunció que por ahora no levantará el pico y placa que en agosto prometió que iba solo hasta cuando entregaran las obras del intercambiador de La Carola, que debían estar listas en diciembre. Pues bien: llegó diciembre con su alegría para los taxistas, porque a ellos sí les levantaron el pico y placa durante los días de Navidad y Año Nuevo, pero a los particulares no. Ahora que ya están listas las obras, la Alcaldía argumenta que el pico y placa continúa (el comunicado no trae fecha que indique hasta cuándo) porque van a empezar nuevas obras y la ciudad seguirá muy congestionada.
Viví tantos años en Bogotá que cuando acá hablan de trancones me parece que exageran, pero entiendo que hay muchos carros y motos con relación al número de habitantes. Comprendo entonces que la movilidad se deterioró en comparación con otras épocas y en ese orden de ideas aplaudo que hagan nuevas obras. Esas obras, que tanto le gustan al votante que juzga a cada alcalde por las cantidades de cemento que gasta, les resultan oportunas a algunos en este año electoral, aunque eso no importa: los mandatarios son temporales pero las obras son permanentes y nos benefician a todos.
Pero temo que ahí, songo sorongo, con prórrogas y aplazamientos, hay riesgo de que se vuelva permanente un pico y placa que nació temporal, porque obras viales hay casi todos los meses del año. Si esa es la idea de la Alcaldía, está en su derecho de defenderla públicamente, al fin y al cabo el que gana manda. Y no hay que perder de vista que medidas como éstas, que benefician a los transportadores públicos y de manera puntual a los taxistas, traen réditos políticos.
Me sorprende, eso sí, que ante esta posibilidad latente haya silencio de los afectados: la gente de los almacenes, los restaurantes, las bombas de gasolina y en general de los negocios que se perjudican con la restricción a la circulación de alrededor de 20.000 carros cada día. Una prohibición que en otras ciudades es objeto de amplio debate público aquí ni se comenta.
Que el pico y placa sea transitorio o definitivo depende en buena medida de que la pasividad de quienes se afectan con la medida sea temporal o permanente.
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