Dio para muchos análisis la excelente intervención en televisión de la representante a la Cámara por la Alianza Verde, Juanita Goebertus, quien estrenó el derecho a réplica que consagra el Estatuto de Oposición, fruto del acuerdo firmado con las Farc en La Habana.
Me gustó la réplica porque fue exactamente eso: una respuesta punto por punto y con argumentos a cada una de las frases dichas por Iván Duque en su alocución televisiva del domingo. El anuncio de la objeción a seis puntos de la ley sobre la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, es una forma (no la única) en la que este gobierno cumple lo que miembros del Centro Democrático anunciaron durante la campaña presidencial: hacer trizas los acuerdos de paz.
Sobre los argumentos expuestos recomiendo el video que hizo La Silla Vacía, que deja ver el contrapunto entre las dos orillas. Quiero centrarme en un asunto si se quiere menor, pero que me suscitó reflexiones: la aparición del profesor Antanas Mockus durante la réplica, o de manera puntual: la enfermedad del senador Mockus.
La televisión es imagen y una alocución debe cuidar la puesta en escena. En la noche del martes vimos a Juanita Goebertus rodeada de líderes de oposición que parecían sus guardaespaldas. Entre ellos se destacó Mockus, porque mientras Juanita habló la acompañaron 12 congresistas estatua que contrastaron con el movimiento permanente de Antanas, quien hace 10 años padece de Parkinson.
Intenté concentrarme en el discurso de Juanita pero hubo varios momentos en los que me distraje con Mockus e hice fuerza por él: sentí angustia por su temblor incontrolable, por la forma en que movía su cabeza, sus manos, su tronco. Terminada la alocución encontré en Twitter y Facebook numerosas burlas sobre Mockus. Hay gente así, sin filtro para la canallada. Pero me llamaron más la atención otros mensajes que, intentando defender a Mockus o ser empáticos con su situación, señalaban cosas como: “pobrecito, no debieron ponerlo ahí”, “él ya no está para esas cosas”, “cómo es que lo dejan en ese sitio” y otros similares. Mensajes que invitaban a esconder a Mockus para protegerlo y para que la réplica se viera mejor, o que sugerían que fue utilizado. Fue entonces cuando reflexioné sobre lo que significó verlo ahí, así.
¿Por qué esconder a Mockus? Aunque hay posiciones políticas de él que no comparto por prohibicionistas, le agradezco dos enseñanzas que son sus mantras: “los recursos públicos son sagrados” y “la vida es sagrada”. Y le reconozco además su capacidad para entender que los símbolos son potentes a la hora de comunicar de manera contundente.
La presencia de Mockus durante la réplica, enfermo y tembloroso, es un símbolo pedagógico: todo un desafío para una sociedad excluyente que oculta la enfermedad y la vejez. Durante muchos años las familias que tenían hijos con autismo o síndrome de down los escondían o enviaban a internados. Eso ha cambiado pero seguimos siendo una sociedad que trata las discapacidades físicas, las enfermedades y las limitaciones corporales como si fueran minusvalía mental, y la enfermedad mental como un tabú innombrable.
Mockus está enfermo pero su mal no le impide pensar ni decidir. Le dificulta hasta ahora únicamente controlar sus movimientos. “Él quería estar ahí, él lo decidió”, dijo Juanita Goebertus en radio, cuando tuvo que explicar por qué un adulto lúcido de 66 años posa ante las cámaras de televisión. Es decir, cuando tuvo que explicar lo que no necesita justificación.
Todos envejecemos. La salud flaquea. Algunos cojean, otros estrenamos gafas, hay quienes ya no hablan claro, olvidan cosas o escuchan menos. Somos cuerpos imperfectos. Mockus mueve su cabeza como los perritos de juguete que ponen en los taxis, tal y como él mismo lo mostró con humor en un video que circuló el miércoles. Mueve la cabeza, remueve ideas y sigue enseñando. Con su presencia en la réplica nos enrostró lo mucho que nos cuesta ver el deterioro de frente, sin máscaras, y admitir que el enfermo tiene idéntico derecho a vivir con la misma autodeterminación de los demás, y eso incluye opinar, participar y mostrarse. Lo contrario se parece un poco a la eugenesia.
Corrección: Luis Guillermo Giraldo Hurtado no militó en el Nuevo Liberalismo, como equivocadamente dije la semana pasada. Agradezco a Octavio Arbeláez Tobón, quien me alertó sobre mi yerro cuando me escribió: “Luis Guillermo no era cercano a Galán, al contrario, era malqueriente y malquerido por el Nuevo Liberalismo de la época”. Ofrezco disculpas por mi error a todos los lectores.
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