Manizales es muy buen vividero pero en tiempos de elecciones siento algo de envidia de Bogotá. Claro que se me pasa rápido: basta ver un noticiero de mediodía para comprobar que los trancones y los robos de celulares no cesan, pero sí percibo un contraste entre lo que pasa en la política de la capital y lo que se vive acá.
La primera diferencia salta a la vista: Bogotá no padece la proliferación de pendones, afiches y pasacalles que sufrimos en Manizales. Allá desde hace varios años el alcalde expide un decreto que sólo permite un número limitado de vallas, fácil de controlar, así como avisos en las sedes de campaña. Acá vamos con rezago: este año prohibieron los pendones en las avenidas, pero a cada partido le permitieron ubicar hasta 10 pendones por barrio. Todavía hoy, ocho días después de las elecciones, es posible salir a contar cuántos y quiénes violaron ese tope, literalmente a la vista de todos.
Las campañas también dan cierta envidia. Acá llevamos no sé cuántas, desde hace más de 30 años, hablando del aeropuerto, como si no existieran más temas en la agenda pública. De hecho considero que la principal función de los congresistas no es presentar proyectos de ley sino promover debates de control político. Sin embargo en nuestras campañas poco se habla sobre eso: ¿a quiénes le van a hacer control político en Caldas? ¿Sobre qué temas? Yo no lo veo muy claro.
En cuanto a los candidatos, los bogotanos tienen un amplio abanico de opciones para elegir senadores oriundos de su ciudad. Acá estamos cada vez más limitados. Este año Caldas tuvo siete aspirantes al Senado de cinco partidos distintos, tres en el Partido Verde. No hubo ninguna mujer inscrita y eso me parece casi tan lamentable como la vergüenza protagonizada por la representante Luz Adriana Moreno Marmolejo, avalada por Mauricio Lizcano en el Partido de la U: la única mujer por Caldas en esta legislatura que termina, perdió su investidura por inasistencia a las sesiones. Casos así son una burla a los electores y dificultan la aspiración legítima de otras mujeres que quieren acceder a cargos de poder.
De los siete caldenses aspirantes al Senado tres resultaron elegidos, aunque esa me parece una cuenta alegre: Jorge Robledo, que gracias a sus votos salvó la lista del Polo Democrático, logró en Caldas apenas el 5% de sus apoyos. Robledo es un senador caldense cuyos votos no están acá.
Hablando del Polo, lo que más envidia me da en los días de elecciones con relación a Bogotá son los resultados. Las 18 curules para la Cámara por Bogotá están distribuidas entre 9 partidos que van desde la derecha del Centro Democrático hasta la izquierda del Polo y la lista de la Decencia. Buena parte de las voces del espectro político están incluidas allí.
En cambio acá las 5 curules quedaron distribuidas entre el Partido Liberal, el Conservador, Cambio Radical, la U y Centro Democrático. Ni ahora ni nunca la centro izquierda ha logrado una curul en la Cámara de Representantes por Caldas. De hecho hoy tampoco tiene representación en la Asamblea Departamental.
También por eso resulta paradójico pensar en Robledo como un senador caldense. Sin duda es una respetada figura nacional de enorme reconocimiento, pero es llamativo que en su cuna política su partido sea tan débil en estructura departamental y votos: le va bien en Manizales pero en la mitad de los municipios de Caldas no alcanza los 100 sufragios.
Sé que Caldas es un departamento que ideológicamente ha sido reacio a las izquierdas, y que aquí la iglesia ha jugado un papel importante en la promoción de ideas conservadoras. Pero también de acá surgieron figuras como Bernardo Jaramillo Ossa, para no hablar únicamente de Jorge Robledo. Quisiera uno que una ciudad universitaria con tantos jóvenes y gente vinculada a la academia, la ciencia y la creación, pudiera contar con más espacios de representación de esa parte del ideario político, sobre todo en las corporaciones públicas, en las que hacen falta voces de oposición.
Pero mientras la escasa izquierda y centro izquierda local se subdivida entre el Polo, el Partido Verde y la Unión Patriótica, y al interior de algunos grupos haya además subdivisiones en las que cohabitan gobierno y oposición, sus candidatos seguirán perdiendo y anunciándole a su electorado que siguen creciendo. Para mi gusto llevan demasiados años en las mismas… no creo que perder sea ganar un poco cuando el objetivo es acceder al poder. En una lista de 5, 11 o 19 curules se necesitan el mismo número de buenos candidatos haciendo campaña, y alianzas que permitan soñar en serio con triunfos y no solo con dignas participaciones en debates.
Ojalá que al final de las elecciones del año entrante el resultado sea más alentador.
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