Imaginen una lentejuela azul rey. Imaginen que camina sobre una hoja verde inmensa. Imaginen muchas lentejuelas caminantes. Eso fue lo que vimos al empezar el recorrido guiado por la Reserva Ecológica de Río Blanco: unos cucarrones pequeños y redondos, azules iridiscentes, que habitan allí, por miles.
Volví a Río Blanco porque es uno de mis lugares favoritos de Manizales. Regresé en estas vacaciones a recargar energías. Uno termina el año como un celular con el 2% de batería y Río Blanco es un buen lugar para quedar otra vez al 100%. Ya no está el oso Chucho pero no hace falta. Arturo Parra, un guía perfecto, nos mostró muchas variedades de colibríes (con pico de espada, con cola de cinta), barranquillos, trepatroncos, carpinteros, tororois, atrapamoscas, tángaras, pavas y carriquíes azules. Los vimos y los oímos en un concierto de sonidos que tiene como fondo el arrullo de la Quebrada Olivares. Caminamos por un robledal, admiramos helechos gigantes y nos protegimos de la llovizna bajo las hojas enormes de yarumos plateados. Las flores silvestres que hay en el recorrido son de todos los colores.
Arturo contó que a Río Blanco lo visitan sobre todo extranjeros. Vienen de Estados Unidos, Europa, China y Japón a tomar fotos. El avistamiento de aves es un hobby que mueve millones. Costa Rica, Panamá y Perú tienen buena experiencia en el tema y en Caldas hay un interés creciente. Río Blanco está estrenando un alojamiento pequeño y cómodo, para hospedar dentro de la reserva a quienes atraviesan el planeta para gozar el paraíso que tenemos acá.
Un paraíso que ojalá perdure.
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