Hace varios años llegó a mi oficina en Bogotá un señor de patillas enormes. En vez de decirme “¿usted no sabe quién soy yo?” me extendió su tarjeta de presentación: “Guillermo Nannetti Valencia, excandidato presidencial”.
He conocido a varios como Nannetti. Personas que ven prestigio en el hecho de ser candidatos, como si participar en una elección o poner a sonar el nombre fuera un fin en sí mismo: algo para lucir en la hoja de vida, así las posibilidades reales de ganar la elección sean remotas. Algunos lo llaman “hacerse contar”, aunque ese conteo del ego personal se pague con los impuestos de todos, y también con nuestras ilusiones.
En 2016 Daniel Coronell escribió una columna que tituló “Los 32 presidenciables” en la que incluyó 32 nombres que en ese momento sonaban para reemplazar a Santos. Una campaña es un gran diálogo colectivo sobre asuntos de interés público, así que es positivo que mucha gente proponga ideas. Pero es también la posibilidad de lograr relevos en el poder y por lo tanto debería haber cierto pragmatismo en los cálculos. En la lista de Daniel Coronell algunos eran candidatos, como Vargas Lleras, y otros un globo al aire lanzado por ellos mismos o algún seguidor, a ver si alguien les cogía la caña. De esas 32 especulaciones finalmente ocho llegaron al tarjetón. Como en elecciones perder es ganar un poco, varios de los descartados hoy ocupan cargos públicos. Ese es el juego de algunos de los aspirantes: pescar burocracia.
Coronell contaba que le comentó al periodista estadounidense David Adams sobre los 32 presidenciables y éste respondió: “No está mal, Haití tuvo 50 en las últimas elecciones”.
Manizales no es Puerto Príncipe pero ya perdí la cuenta de los nombres que suenan para la Alcaldía y la Gobernación. Dice el artículo 40 de la Constitución que cualquier ciudadano tiene derecho a elegir y ser elegido y acá hay gente que se toma la segunda parte muy en serio. Personas sin experiencia en el sector público, sin respaldo de grupos políticos, sin trayectoria para mostrar, ni imagen ni nombre conocido, o que ya se han quemado en otras elecciones, pero que se sienten invenciblemente convencidas de que en octubre van a ganar.
A estas alturas a algunos precandidatos ya les deben decir “alcalde” en sus casas. Y así, con un entorno que les repite “sí se puede”, al estilo Fajardo, se van autoconvenciendo de que sí es posible ganar la Alcaldía o la Gobernación, a punta de Twitter, Facebook, columnas de opinión y sin maquinarias. Podrían estar armando una lista poderosa al Concejo y la Asamblea, que se encargue de que por fin llegue a estas tierras un verdadero control político. Una lista, no varias, pero lo veo imposible porque como ya lo han dicho otros: “la izquierda unida jamás”.
Oigo a algunos entusiasmados con la revolución de octubre. Cuando pregunto ¿con cuáles votos van a ganar? la respuesta es invariable: “con los 100 mil de Fajardo. Hablan de los 101.000 votos que sacó Fajardo en Manizales en la primera vuelta presidencial en 2018, de los 71.000 que logró Petro en la segunda y de los 142.000 manizaleños que apoyamos la consulta anticorrupción. Pero una cosa son las elecciones nacionales y otra las locales. Cualquier suma que se haga con esos votos se parece a las cuentas de la lechera. Para no ir muy lejos, yo voté por Angélica Lozano, Fajardo, Petro y la consulta anticorrupción y no está dentro de mis planes votar por el Partido Verde en estas elecciones porque ahí están el concejal Jhon Hemayr Yepes, cómodamente ubicado en la coalición de gobierno aunque haya sido elegido en la lista de un partido de oposición, y está Carlos Mario Marín, que evidencia que la juventud es una condición (transitoria), pero no necesariamente una virtud en materia política.
Más bien convendría mirar los números de las elecciones de hace 4 años: Octavio Cardona ganó con 49.000 votos del Partido Liberal; Luis Roberto Rivas sacó 44.000, con el apoyo de Lizcano y Luis Emilio Sierra; Adriana Gutiérrez obtuvo 43.000 votos uribistas y Luis Fernando Acebedo 18.000 de los verdes, cívicos, Polo y otros.
En mis especulaciones personales veo a un candidato duro de roer aunque sus respaldos no me gusten: imagino a Jorge Hernán Mesa recibiendo el apoyo de Mario Castaño y el Centro Democrático para la Alcaldía de Manizales y al delfín Camilo Gaviria entregando la Licorera a Mario Castaño si llega a ganar la Gobernación. En mis cuentas de la lechera ahí ya van 92.000 votos para la Alcaldía. Cada vez que sale el nombre de otro precandidato pienso en los de esa campaña frotándose las manos con emoción: divide y reinarás.
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