El Código Penal tipifica el estupro con un lenguaje técnico distante del verso popular con el que los abogados memorizan en qué consiste este delito sexual: “prometer para meter y después de haber metido incumplir lo prometido”.
El estupro es un delito que se parece mucho a lo que nos hacen los políticos en campaña: prometer para ganar y después de haber ganado incumplir lo prometido.
Ahí tienen por ejemplo a nuestro Bolsonarito local: Iván Duque. Hace pocos meses el candidato del Centro Democrático juró que no iba a subir los impuestos. Para que no quedaran dudas, y para marcar diferencias frente a Santos, que juró sobre mármol lo que después incumplió, ubicó vallas en las que se lee en enorme letra azul conservador: “Menos impuestos más salario mínimo”. Solo le faltó un jingle con su voz y guitarra para musicalizar esa promesa.
No lleva tres meses de gobierno y ya se quitó la piel de oveja: quiere ponerle IVA del 18% a huevos, arroz, leche y pan: a toda la canasta familiar. Habrá que ver si Ardila Lülle permite que le graven sus gaseosas. El cuentazo de Duque consiste en que le van a devolver el IVA a los estratos 1 y 2. Otro estupro.
Eso para no hablar del ámbito local. En pocos meses estaremos inundados de publicidad con promesas de los candidatos a la Alcaldía. En la anterior campaña la feria de ofertas incluyó nuevos cables aéreos, parque de aguas termales, bolera pública y biblioteca en el barrio González. Eso dice el programa de gobierno que ganó (lea el plan de gobierno), en el que no se anuncia el pico y placa que nos impusieron. Sería bueno que alguien revisara en detalle cómo va el cumplimiento de esas promesas, antes de que el próximo estupro electoral nos distraiga.