Esta semana oí en radio: “amaneció nevado el nevado”, una frase que para gramáticos de otras tierras puede ser una tautología o una perogrullada, pero que para los habitantes de esta región anuncia una imagen no solo clara y precisa, sino además grata: el premio que nos da la naturaleza después de duros días de invierno.
No sé si sea verdad que Manizales es una de las ciudades con más poetas del país, uno debajo de cada piedra, como dice con gracia un amigo, pero sí puede competir en cantidad de fotógrafos espontáneos: ahora que todos tenemos cámara en el bolsillo es bonito ver que cuando amanece nevado el nevado la gente toma fotos tan sublimes como las de los atardeceres, otro subgénero local. Hay días, como los de esta semana, en los que el Ruiz nos posa.
Digo que es bonito ver a la gente en las calles tomando fotos y compartiéndolas en sus redes sociales porque es una celebración del paisaje. Es un pequeño milagro que el entorno de todos los días nos siga deslumbrando, como les ocurre a los turistas que lo ven por primera vez.
Pero veo también en ese afán de registro una necesidad por captar lo efímero, lo que sabemos que en algunos años no se podrá ver. Para las futuras generaciones la frase “amaneció nevado el nevado” tristemente será un sinsentido.
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