El tiempo
Señor director:
Bien complejo referirse a la palabra tiempo la cual tiene más de un centenar de acepciones, y, que ha pasado de ser un simple término a ocupar el sitio privilegiado de concepto. Las cosas, los seres terrenales, o no, con las definiciones o acepciones tienen para subsistir, pero el concepto tiempo ha trascendido culturalmente tanto, que físicos, filósofos, epistemólogos, antropólogos, y otros, hacen disertaciones que incrementan su complejidad y pueden causar inquietud. Al concepto tiempo le cabe perfectamente un tratamiento especial, pues desde el enfoque que se hace en este escrito que es el de "la duración de nuestra existencia", nos aterriza en lo efímero de nuestro transcurrir por la vida, y, el gran enigma -con inquietud o preocupación- morir cuando estamos "en la flor de la vida", independientemente de que se tengan veinte o sesenta años, pues estos tiempos se vuelven subjetivos de acuerdo con las expectativas individuales, incluso familiares, y, recordando al filósofo "nadie es tan viejo que no pueda vivir un día más, ni tan joven que no pueda morir ya", quedamos un poco tranquilos. Cuando nos adentramos en la cuestión del ciclo de cada ser humano, se encuentran infinidad de reflexiones y frases que revelan la incertidumbre que provoca la edad que se tiene, lo que falta, lo que se ha hecho o se dejó de hacer. Llegan de la memoria dichos y frases que es pertinente referirlas para la suficiente ilustración, decía Agustín de Hipona: "si me preguntas qué es el tiempo no sé, pero si no me preguntas sí sé", existe en esta frase una especie de contrasentido en términos de lógica matemática o filosófica, pero no lo es tanto, pues la subjetividad tiene respuestas para casi todo. La abuela decía, "mijo el tiempo lo cura todo", y el tiempo sin ser un medicamento iba haciendo ceder las penas hasta que algún día aparecía el equilibrio emocional. "El tiempo de vivir es para todos breve e irreparable" decía el poeta latino Virgilio, y, efectivamente cuando estás en la tercera edad preguntas ¿cuándo pasan tan rápido cincuenta años?, y, entonces decimos: lo que fue fue, el pasado ya no cuenta, al mal tiempo buena cara, para verdades el tiempo, el tiempo no perdona, etc. Hace unas décadas la profesora Bernarda en Bolivia, corregimiento de Pensilvania, decía con gran sabiduría: "Hay que darle tiempo al tiempo, porque el tiempo tiempo nos da, y en la medida que el tiempo nos da tiempo, el tiempo nos convencerá", ¡qué hermosura de composición! Salida de una sencilla y generosa maestra que fue un hito en la región.
Referenciemos tal vez el más complejo, el tiempo que se trata en la Física, sobre todo el que utilizó Einstein para construir su teoría de la relatividad, donde el tiempo en determinadas condiciones pueda contraerse o dilatarse -"encogerse o estirarse"-, y, en principio para su comprensión básica recordemos que el espacio en el que viajamos, nuestro planeta girando en torno al sol y éste al centro del sistema solar desplazándose en el cosmos tiene tres dimensiones o magnitudes: ancho, alto y profundidad; le agregamos la dimensión o magnitud tiempo, que siempre ha estado ahí sin principio ni fin, llamada la cuarta dimensión, y que sirve de soporte a su teoría para hacerla explicable; el viaje macro en el universo lo hacemos en cuatro dimensiones: ancho el eje "X", profundidad el eje "Z", llamada T, entonces en un cohete a la velocidad de la luz un viajero hipotético cuando regrese a la tierra verá que pueden haber pasado varias generaciones, mientras él apenas está envejeciendo. Hallazgos científico-tecnológicos nos provocan asombro y es pertinente traer a colación la frase del fisiólogo William Harvey, el descubridor de la doble circulación singuínea en nuestro amigo el corazón: "Todo lo que sabemos es infinitamente menos a lo que ignoramos", y, para apaciguar una posible intranquilidad por no alcanzar a asimilar del todo nuestra inquietud físico-cosmológica citemos la frase que usaba el químico judío Chaim Weizman: "Einstein me explicaba su teoría todos los días y pronto estuve convencido de que él la entendía".
Cordialmente,
Rigoberto Escudero Osorio
Lo procedente
Señor director:
Todo pueblo tiene derecho a su libre determinación, que debe estar basada en un consenso popular y en el beneplácito y la aprobación del pueblo. Mas esta libre determinación se rompe cuando es un dictador quien impone su voluntad y sus intereses por encima del bien común. Este es el motivo por el cual están errados aquellos que consideran que ni el gobierno ni las gentes de una nación deben inmiscuirse en los asuntos de un país hermano gobernado por un tirano; pues allí la libre determinación no existe; al contrario, es un deber moral ser solidarios apoyando a un pueblo que ha sido víctima de la tiranía de un opresor.
Diego Osorio Ramírez.
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