El celibato eclesiástico
Señor director:
La edición del 16 de septiembre se refirió a este tema.
La portada trae dos imprecisiones: la primera es solamente de forma: “Alberto Linero, sacerdote retirado de la Iglesia Católica”. El padre Linero no se retiró de la Iglesia; se retiró del ejercicio del ministerio. La equivocación pudo evitarse cambiando la redacción, así: “Alberto Linero, sacerdote de la Iglesia Católica, retirado” (del ministerio, se entiende).
La segunda imprecisión es conceptual: el celibato, “requisito sacerdotal que viene desde la época de Jesucristo”. Es un estado de vida, no un requisito, pues obispos y presbíteros podían ser hombres casados, según se lee en las cartas pastorales de San Pablo.
Pasando a la página 11 hay que registrar algo extraño en la decisión del padre Linero. Dice que se cansó de la soledad, pero sabemos que él era de comunidad, pertenecía a la de los Eudistas, que no viven solos sino en pequeños grupos.
La periodista cita al filósofo católico laico Francisco José Tamayo: “San Pedro tuvo esposa e hija”. Que tuvo esposa se ha dicho siempre; que tuvo hija, yo no lo sabía. Los evangelios hablan de la suegra de Pedro, pero el vocablo griego que emplean puede traducirse también por madrastra.
En el recuadro Origen (misma página) el portal Razón + Fe afirma que el celibato es “una disciplina que la Iglesia sigue desde su origen, o sea, desde la época apostólica. Por tanto, no es verdad (…) que se haya iniciado con el Concilio de Trento (siglo XVI) o que sea una invención medieval del Concilio de Letrán”. Viene desde Jesús y desde la época apostólica (siglo I), pero no como disciplina. Como disciplina se inició en el concilio hispánico de Elvira, anterior al de Letrán, pero solo se hizo universal y firme con el de Trento.
Celibato es sinónimo de soltería. Se trata de un Carisma y de una Ley eclesiástica. Como carisma es un don del Espíritu Santo y una gran riqueza de la Iglesia, que nunca desaparecerá, puesto que es consejo evangélico que habrán de seguir siempre los religiosos (los que hacen votos de obediencia, pobreza y castidad). Como ley obligatoria para los clérigos figura en el Código de Derecho Canónico y puede ser abolida por el papa o por el concilio ecuménico.
Un argumento para demostrar la libertad de la opción por la vida celibataria es el siguiente: la Iglesia no impone, como carga insoportable, a sus ministros la obligación del celibato sino que elige para ministros suyos a quienes dan garantías de haber recibido de Dios esa gracia.
La mejor explicación del carisma del celibato la dio el papa Pablo VI en la encíclica “El celibato sacerdotal”. Ese pontífice, ahora en el catálogo de los beatos, enseña los tres valores más altos del celibato: primero, es imitación del estilo de vida de Cristo; segundo, es disponibilidad y libertad para el servicio de la Iglesia; tercero, es signo anticipado del reino definitivo y celestial.
Atentamente,
Jaime Pinzón Medina
Presbítero
Nota: Agradezco al profesor Alirio de los Ríos la primera anécdota publicada en la fecha. Aclaro que las otras anécdotas nada tienen que ver conmigo.
Alicia Adorada
Señor director:
El martes 18 de septiembre la música vallenata celebra el centenario de ese gran juglar como lo fue Juan Manuel Polo Cervantes más conocido como Juancho Polo Valencia, nacido en el corregimiento de Candelaria, Cerro de San Antonio, departamento de Magdalena el 18 de setiembre de 1918.
Admirador del bardo payanés Guillermo Valencia y su poesía moderna, optó por reemplazar su segundo apellido Cervantes por el de Valencia.
Sintiéndose culpable al haber estado ausente durante el parto de su esposa Alicia María Hernández Pérez, quien murió en la operación, le rindió un sentido homenaje con un lamento traducido en un son que tituló "Alicia Adorada", hoy grabado por muchos intérpretes.
Juancho Polo fue un auténtico representante de la juglaría vallenata quien descolló con otras reconocidas composiciones como fueron "Lucero espiritual", "Si, si, si" y "Marleny".
Saludamos este centenario para recordar a ese gran valor de nuestra música folclórica que hoy figura dentro de los máximos exponentes del patrimonio vallenato.
José Portaccio Fontalvo
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