Un día de 1971, mientras se discutía en la Corte Suprema de Estados Unidos si el portal periodístico The New York Times tenía el derecho de publicar documentos que revelarían una historia secreta de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, se conoció una de las frases más importantes para la libertad de prensa. La Corte Suprema se pronunciaría diciendo: “La prensa está para servir a los gobernados, no a quienes gobiernan”.
El presidente de la época, el republicano Richard Nixon fue desautorizado por la corte en sus esfuerzos de prevenir a los medios periodísticos de publicar esa información en documentos conocidos como los “Papeles del Pentágono”. El presidente perdería su guerra contra la prensa a pesar de un gran esfuerzo, esfuerzo que reiteró la fama de corrupto que lo obligaría a renunciar del cargo de cabeza de Estado en 1974.
Hoy en día es diferente, el papel del periodismo ha cambiado y hoy es el público quien genera buena parte de la información. El rol del periodista ha subido en la escalera editorial, acercando al usuario a la verdad organizando y presentando la información de una manera que el lector puede entenderla, analizarla y verificarla. Abrir la mente al lector que lee en Twitter los trinos de político favorito es uno de los grandes retos en el deber con el compromiso de la verdad y de control político.
Para un país mejor se deben rechazar siempre los ataques a la libertad de la prensa, rechazar a quienes buscan censurar con mentiras, ataques, calumnias o con las cortes. No se debe permitir que Uribe calumnie periodistas, ni que Petro como Trump, repita que los abundantes errores de su gobierno que comunica la prensa son mentira. Ni a ellos ni a ningún político inferior a ellos. No podemos renunciar a nuestra democracia a meses de elecciones presidenciales, ni mucho menos con los múltiples escándalos de corrupción que tenemos.
Como decía Paola Ochoa el pasado domingo en luz al tema de Odebrecht; ya sabemos que son corruptos. Que robaron, lavaron y sobornaron. En Colombia no somos ignorantes ante la corrupción sistémica en nuestras instituciones; desde las altas cortes, la procuraduría, la presidencia y el congreso hasta la policía y el ejército.
Para controlar esto el periodismo debe investigar, seguirle el trazo al dinero para buscar culpables. “Seguir el dinero” de la misma forma que el Washington Post destapó al presidente de USA, Nixon. De la misma forma que el periodismo brasilero encarceló a Lula. De la misma forma que se encontraron los culpables del escándalo del programa "Petróleo por Alimentos" de las Naciones Unidas en Irak.
Solucionar la corrupción en Colombia desde los concejales y diputados hasta la Corte Suprema de Justicia requiere del control que ofrece el periodismo. Pero también de que nuestros dirigentes les dejen hacer su trabajo a periodistas y respeten la independencia de los medios. Pues recordemos que los medios están para los gobernados, no para quienes gobiernan.
Martin Jaramillo
Economista
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