Las campanas de la alegría, empiezan a sonar en la atalaya de un Manizales que abre sus puertas con magnanimidad, para dar paso al jolgorio colectivo de una fiesta que resulta familiar y acogedora para quienes saben apreciar la hidalguía cultural de una ciudad que comparte con los cóndores los escarpados riscos de las alturas celestiales.
Los cascos de los caballos, pareciera que llevaran en sus herraduras, una hermosa serenata interpretando con sublime maestría el pasodoble FERIA DE MANIZALES, desfilando por la carrera 23, dándole la bienvenida a todos los actos que serán protagonistas con gran júbilo durante la semana, registrando para la historia, eventos con sabor a pueblo, con ribetes de diversión en una ciudad que acoge con cariño a quienes deseen compartir su grandeza de ánimo dando rienda suelta a su eslogan: “LA CIUDAD DE LAS PUERTAS ABIERTAS”.
La marejada es grande y, las masas humanas, empiezan a moverse como las olas oceánicas en el gran río de la carrera 23.
Las cornetas de la alegría empiezan a dar la serenata de amor a todos sus asistentes llenando de felicidad real o ficticia la piel de quienes a su manera, disfrutan el discurrir de una feria que tocada de democracia, pareciera hechizar con su mágica vara, cada una de las fibras afectivas de quienes asisten a sus variados y calidosos espectáculos llenando sus poros de satisfacción.
Los ponchos, el sombrero y el carriel, son atuendos con apariencia de uniforme de gala para vestir la feria de cultura paisa, como algo característico de nuestro montañerismo del cual nos debemos sentir “ orgullosos” al encontrarnos con las raíces de nuestros antecesores como patrimonio de una raza que no niega sus ancestros y sus atávicas costumbres de un ayer que se viste de arrieros bravíos , desafiando la agreste naturaleza
con impetuosa bizarría, forjando historia en la geografía nacional.
Los vendedores ambulantes hacen su enero, comercializando sus mercancías, que no pasan de ser chucherías o baratijas, pero que para ellos son potosíes como única oportunidad de hacerle frente a su desempleo, mejorando su raquítica economía llena de penurias durante al año que ya es historia.
Los espectáculos callejeros, a veces de buena calidad, también son protagonistas de la feria impregnando de colorido y de folclor populachero a los concurrentes, porque, “ al calor de un aguardiente musicalizado, la feria resulta mucho mejor”·.
Ah…, los toros, para los entendidos que siguen defendiendo la tauromaquia como arte, las corridas son su espectáculo favorito con toda su parafernalia, con la satisfacción de disfrutar lo que a muchos, quizás por ignorancia o por formación no lo apreciamos, ni mucho menos estaríamos en condiciones de corear el ¡ oleeeee… ¡, acompañado de un buen trago de manzanilla o refajo, empacado en una añeja bota como tradición de genuinos y auténticos taurófilos.
Las exposiciones, los desfiles, el reinado del café, el cual es exornado por hermosas flores que aunque abundan en nuestro jardín, parecen exóticas, formando ramilletes de
de muy variados colores, deleitando la retina de los admiradores de la belleza.
En fin, los ríos humanos, los comestibles callejeros, la alegría colectiva , y mucho más, son la vitalidad de la feria, por todo este abigarrado paisaje de jarana, a disfrutar pues, de nuestra feria, como regalo de año nuevo.
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