El maestro de la animación japonesa habría cumplido ayer 53 años. Murió de cáncer en el 2010.
Andrés Rodelo
Hay algo que resume y, a la vez, refleja el acierto de la corta, pero invaluable obra de Satoshi Kon. El maestro de la animación japonesa no solo contó sus historias desde un terreno tan popular como el anime, desplazándolo hasta su vertiente adulta y, por ende, minoritaria. También se empeñó en retorcer las formas con las que lidió, desestabilizó las convenciones, derribó los cimientos de la representación urgido por la novedad y por recorrer caminos desconocidos.
Perfect Blue (1997)
Qué mejor que la identidad escindida, los espejismos de la percepción, lo onírico y el subconsciente para llevarlo a cabo. Sus películas son esfuerzos por indagar en los misterios, abismos y rincones enmarañados de la mente humana, que dan cuenta de la relación del hombre con lo objetivo y lo subjetivo, los puntos de encuentro entre la realidad y la ficción, la tecnología como un medio para entender y dominar los confines escurridizos de la psique.
Una obra inspirada más por las fuerzas invisibles de la introspección y menos por la dimensión externa del entorno físico, que en sus películas figura como el pretexto para indicar la contradicción de cómo lo perciben los personajes.
Millennium Actress (2001)
Por ende, la mayoría de las cintas de Kon no son fáciles, por lo menos para el espectador ocasional y desprevenido. Al recurrir a estos juegos narrativos enrevesados, tratando de elaborar imágenes y mecanismos que den forma a los enigmas de algo tan abstracto como el pensamiento, sus películas requieren de atención, del cuidado para entender la historia a medida que avanza y no perderse en el camino.
Y no digo difíciles en el sentido de que necesites 200 puntos de coeficiente intelectual para comprenderlas. Me refiero a que muchos no están dispuestos a participar en la experiencia que proponen, pues les parece abrumador o prefieren cintas más digeribles, que no demanden tanto esfuerzo.
Satoshi Kon
En cambio, los amantes de las estructuras dramáticas retadoras y nada complacientes hallarán en su filmografía un placer similar al que proporcionan las de Christopher Nolan y David Lynch. No por nada Paprika (2006), el último largometraje de Kon, es una influencia reconocida por Nolan para El Origen (2010).
Paprika (2006)
Lo mejor de todo: esta pretensión de Kon (siempre a la altura de las expectativas) no implica que las historias estén condicionadas por un distanciamiento intelectual, que convierta a los personajes en entidades acartonadas al servicio de un entramado narrativo ambicioso, como ocurre en muchos casos. El cineasta se las arregló para dotarlos de encanto, los caracteriza, los vuelve tridimensionales, los convierte en motivos para sentir empatía.
Tokyo Godfathers (2003)
Por desgracia, dejó una película a medio hacer cuando murió en el 2010, The Dreaming Machine, la que sería su primera cinta infantil. El proyecto está en manos de Madhouse, el estudio con el que Kon hizo varias de sus películas. El año pasado reconocieron que tenían problemas de financiación para terminarla, pero que la intención sigue en pie. Los fans de su cine nos morimos por verla, así esto signifique que otros directores se hagan cargo de la obra, algo necesario debido a las circunstancias. Que viva el legado de Satoshi Kon, alguien que hizo del anime un medio tan digno y respetable como la cinta más artística que pueda imaginarse. Bravo.
The Dreaming Machine
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015