Fecha Publicación - Hora

Abusa el Ejército de Liberación Nacional (Eln) de la mano que le tendió el Gobierno Nacional en busca de consolidar la paz con grupos insurgentes, y abusa de la paciencia de los colombianos que estaban atentos a algún avance. La desfachatez de los dirigentes de esa agrupación, la retórica que les puede a las voluntades expresadas y ahora la reacción a través del terror para intentar que se postre el país son elementos que solo ayudan a complicar la posibilidad de la reapertura de la mesa de diálogo en Ecuador.
Es necesario que ante la amenaza terrorista que se cierne sobre los colombianos y en plena campaña política, se entienda que el rechazo a esas acciones debe ser unánime desde todos los sectores, incluidos los que se encuentran buscando los votos de los colombianos. No puede haber espacio para la duda ni para justificar un proceder que solo muestra la crueldad de la guerrilla del Eln. Este movimiento no tiene la capacidad hoy de postrar al Estado o de hacer sostenible el paro armado anunciado y menos de enfrentar en una guerra de posiciones al Ejército colombiano.
Por eso es que precisamente los elenos acuden a la barbarie, al terror, a afectar a la población civil como instrumento de guerra, como una opción de intentar imponer sus condiciones, pero no se dan cuenta los miembros de su Comando Central que con este tipo de acciones lo único que logran de la ciudadanía es rechazo y exigencia de resultados contra sus miembros. Afectar a la gente del común con la voladura de puentes, con el asesinato de policías, no es sino una medida desesperada que solo sirve para perder el poco margen que le puede quedar al eventual diálogo.
La única manera que tiene el Eln de presionar el regreso a la mesa de negociaciones del Gobierno nacional es con la declaratoria inmediata de un cese al fuego unilateral y verificado. De lo contrario no hay posibilidad de que esta pueda ser una oportunidad para ellos. Si cumpliendo su palabra como lo ha hecho, la Farc hoy se enfrenta a un clima político adverso, en el que los ciudadanos le pasan cuenta de cobro por sus acciones, ni qué pensar de los elenos con sus intransigencias. La falta de coherencia del Eln, la forma de gobernarse en esquemas complejos que lo hacen un grupo federalizado y la casi inexistente ideología hacen cada vez más difícil creer en una salida negociada con ellos.
Desde los tiempos en que se intentaron los diálogos en Maguncia en el gobierno de Ernesto Samper hasta hoy han sido varios los acercamientos que se han tenido con esta agrupación guerrillera sin que logren concretarse posibilidades reales de un diálogo. Su dogmatismo y sus inamovibles son tan complejos que ya provocaron que un hombre paciente como Juan Camilo Restrepo diera un paso al costado y se tuviera que nombrar un nuevo jefe del equipo de negociaciones, sin que se haya podido estrenar en su papel, pues los errores primero y el terrorismo, después, de los elenos, no han dado posibilidad alguna a que eso suceda.

El Gobierno no puede esperar y tiene que atacar de una vez por todas con contundencia antes de que este grupo apocado termine haciendo más daño del ya causado por el solo hecho de querer demostrar fuerza. Si los elenos se niegan a negociar tendrán que ser derrotados por la vía militar y para esto debe ser pronto. Se tiene que actuar de una vez y no dar más largas que traigan solo duelo a los colombianos.