Adriana Osorio
NEGOCIOS|LA PATRIA
El sentido del humor de Gilberto Ospina es lo que más recuerdan quienes lo acompañaron en su camino como azuceno de Manizales. Ospina falleció el pasado 6 de junio, al parecer de un infarto súbito, a los 97 años de vida.
El también empresario Eduardo Arango, amigo de Ospina desde los años 40 cuando se creó el grupo de Los Azucenos, recuerda que don Gilberto siempre le sacaba chistes a las situaciones, por difíciles que parecieran.
Sentado en una silla de su apartamento, cerca del Batallón Ayacucho, Eduardo Arango rememora las andanzas de Los Azucenos, grupo de adolescentes con ganas de emprender y de que la economía de la ciudad avanzara.
"El primer negocio que tuvo fue el almacén Rombo Azul, que estableció luego de llegar del Valle del Cauca de donde es la familia de él, reconocidos en esa región. Quedaba en la calle real, lo que ahora es la carrera 22, y vendía ropa y porcelanas, especialmente ropa Everfit, para hombre. Allí nos reuníamos todos los días después de las 6:00 de la tarde".
Antes de ser comerciante, Ospina se empleó en la Tipografía Manizales, donde trabajó por varios años, hasta que con dos socios más fundó el almacén. Pero sin duda, la característica que más recuerda Arango de su amigo es su humor.
"Le voy a contar una anécdota. Una vez una misión de la Corporación Financiera de Caldas iba de visita a Puerto Rico donde se hizo un experimento de desarrollo industrial muy interesante. La Corporación envió a cinco personas de la Junta Directiva para que conocieran el proceso y replicarlo acá en Colombia, todos eran amigos de Gilberto y cada uno fue al almacén a contarle que iba para Puerto Rico y necesitaban un vestido muy livianito".
Gilberto, a quien conocían como El Ñato, le dijo a cada integrante de la Corporación que había llegado nuevo surtido, y a todos, sin que se dieran cuenta, les vendió el mismo color de vestido y les encimó la corbata, igual para todos. "Llegaron al hotel y todos estaban uniformados. Casi lo matan", cuenta don Eduardo y suelta una carcajada.
La energía de Ospina se apagó hace un mes, luego de una vida saludable. Como católico que era, cada mañana le llevaban la Comunión hasta su apartamento, en el edificio El Carretero, pero ese 6 de junio no abrió la puerta, por lo que tuvieron que entrar. Lo encontraron sin vida.
"Era inteligente, muy buen amigo, muy chistoso. Tenía 97 años, pero estaba completamente lúcido, físicamente entero. Lo visité poco antes de morir, fuimos varios amigos y compartimos como lo hacíamos antes, pero es que de Los Azucenos podría decir que solo quedo yo", sentencia Arango. Ospina vivía solo, pues hace unos cinco años falleció su hija y hace dos décadas, su esposa, Sofía. Tenía también un hijo, pero no vive en la ciudad.
Desde los años 50, Los Azucenos almorzaban juntos todos los martes y la cita se extendía hasta la noche, en medio de la tertulia de los negocios y unas copas de vino. A Gilberto Ospina siempre lo recordarán como orientador del grupo, y según Arango, lo era más por su filosofía de la vida y su espíritu emprendedor, que por la especialidad de sus conocimientos técnicos. El escritor José Jaramillo Mejía, autor de la obra Los Azucenos, dice que Ospina era un guía y, además, un caballero a carta cabal.
Recuerda que hubo un momento en el que los empresarios estaban en crisis, por lo que consideraron dejar de tomar vino durante los almuerzos semanales. "Dijeron que estaba saliendo muy caro el almuerzo así, que cambiarían por jugo o gaseosa, pero don Gilberto dijo que el almuerzo no le bajaba bien sin vino", cuenta el escritor.
Otra anécdota que recuerda Eduardo Arango ocurrió cuando el almacén estaba en una situación difícil de ventas y durante la reunión de Junta Directiva los socios bombardearon a Ospina con preguntas. "Se fue ofuscando, entonces le preguntaron '¿don Gilberto, a qué atribuye usted las malas ventas?', y él ya como bravo y por tomarlo del pelo le contestó: he estudiado mucho eso y he llegado a la conclusión de que las malas ventas son porque la gente no está comprando", cuenta Eduardo y suelta otra carcajada.
El empuje de estos jóvenes emprendedores empezó a dar frutos en 1944 con la creación de Iderna, que empezó como una fábrica de puntillas y luego de resortes para colchones, tornillos y autopartes, línea en la que ahora continúa sus labores.
Después tuvieron la idea de crear la fábrica de neveras. "Don Gustavo Larrea estaba en Estados Unidos y le dijimos que consultara con Kelvinator, marca de ese país, que si les interesaba darnos asistencia técnica, si querían establecer una planta en Manizales y con qué condiciones. Nos fuimos donde los ricos del pueblo para que invirtieran, y se creó la Industria Colombiana de Refrigeración, que fue cambiando de dueños y hasta lo que ahora es Mabe".
Para esto, recuerda Jaramillo Mejía en su libro, los jóvenes empresarios necesitaban dos millones de pesos, que consiguieron tocando las puertas de los más ricos y hasta de sus amigos. La empresa se creó en 1955.
Con su filosofía emprendedora, Gilberto se convirtió en un impulso para el grupo, del que solo sigue con vida Eduardo Arango. Antes, fallecieron Jorge Echeverri Mejía y Germán Vélez Sáenz.
Sin duda, Ospina y sus compañeros son ejemplo de emprendimiento, ese del que tanto se habla en la ciudad desde hace unos tres años, con el fin de que los jóvenes de esta época también se interesen por crear empresa y desarrollo.
"Gilberto era un hombre muy importante para la ciudad. Muy inteligente, de muy buen humor siempre, y con una lucidez que conservó, además de que no sufría enfermedades, parecía de 15". Así resalta Eduardo Arango a su amigo y compañero en el mundo empresarial.
"Numerosas empresas surgieron en Manizales que no fueron gestión de nuestros personajes, pero que sin duda se originaron en el ambiente que se despertó en la ciudad, cuando la fisonomía económica comenzó a cambiar, y las iniciativas industriales tuvieron apoyo, en los inversionistas y en las entidades financieras".
José Jaramillo Mejía en su libro Los Azucenos.
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