ALEJANDRA BONILLA MORA
COLPRENSA | LA PATRIA
Un paso, pero no suficiente. Una oportunidad perdida tal vez. Un perdón a nombre del Estado, sin mencionar a la Fuerza Pública, un perdón dado en cumplimiento de una orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que fue más un acto de reconocimiento para el público en general que para los familiares de los desaparecidos del Holocausto del Palacio de Justicia.
La ceremonia realizada este viernes en la Plaza Central del Palacio de Justicia, fue un evento importante pero insuficiente e incluso “frustrante”. Así al menos califica el investigador y reconocido jurista Federico Andreu la intervención del presidente de la República, Juan Manuel Santos: “Yo buscaba encontrar una condena de lo que sucedió, reconocer que fue el Ejército y fue demasiado formalista. Se esperaba algo más”, dice el experto.
“El Presidente dedicó más al tema del proceso de paz, puso un ejemplo de la guerrilla de las Farc y ese no es el contexto en el que estamos, estamos hablando de crímenes cometidos por la Fuerza Pública y no hubo una condena de eso”, sotiene Andreu.
Aunque al presidente Santos dijo que hacía el reconocimiento de responsabilidad a nombre del Estado, de “corazón”, lo traicionó el formalismo del discurso cuando pidió perdón respecto de cada una de las personas que la sentencia indicó, en respectivo orden y derecho afectado. La intervención contrastó con la emotividad de las intervenciones de los familiares de las víctimas -tanto desaparecidos como torturados- que le antecedieron, en medio de los gritos lejanos que espontáneos hicieron desde el costado de la Plaza de Bolívar pidiendo justicia.
Allí, frente a un público que no tuvo Fuerza Pública entre sus asistentes, el presidente Santos hizo un llamado a encontrar a los desaparecidos y dedicó minutos a la necesidad de cesar el fuego en Colombia para siempre, en alusión al anhelo de la Paz, así como a su deseo a que la justicia y la verdad brillen de nuevo, luego de arder hace 30 años.
El clamor generalizado de las víctimas fue el mismo que año a año han exigido, peleado, luchado y llorado: la verdad. Juan Francisco Lanao, cuya madre Gloria Anzola está desaparecida, dijo que lo que siempre ha querido es recuperar sus restos y que un perdón 30 años después, por orden de la CorteIDH, es una reacción demorada.
“Se hizo y espero que se cumpla todo lo que se dijo acá”, precisó. Lo mismo dijo Alejandra Rodríguez, hija Carlos Augusto Rodríguez, administrador de la cafetería del Palacio, quien salió vivo del Palacio y del cual nada se sabe. “Un simple acto protocolario no es una reparación, esperamos que las palabras del presidente se cumplan y que él cumpla con el compromiso que ha hecho el día de hoy con los familiares de los desaparecidos y con la paz”.
Rodríguez, en su intervención inicial de hecho, fue más enfática y le exigió al presidente y al Estado colombiano la verdad completa y no a cuenta gotas, la verdad negada por años, luego de estigmatizaciones y luchas judiciales.
“Por nuestros desparecidos ni un minuto de silencio, 30 años de sufrimiento y también de esperanza. Le exigimos al Estado que responda ahora, ¿dónde están los desparecidos del Palacio de Justicia?”, dijo sin titubear, provocando un efusivo aplauso y unas cuántas lágrimas entre los asistentes al lugar.
La sensación que quedó en el aire, como ella misma indicó, es más de palabras de perdón que verdades, cuando todavía falta por conocer la verdad por parte de los agentes de la Fuerza Pública que participaron en la recuperación del Palacio, mediante una desproporcionada acción que para Don Héctor Beltrán, padre del desaparecido empleado de la cafetería del mismo nombre, no dejó escuchar la estremecedora petición de cese el fuego que hizo el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, ante oídos sordos de la Casa de Nariño.
Lo hizo como rehén del M-19, en el cuarto piso del Palacio que luego quedó reducido a cenizas. Una dramática exigencia que quedó grabada para que los colombianos no la olvidemos nunca y que ha permitido hoy que la herida abierta y sangrante del Palacio de Justicia no quede en el imperio de la impunidad, sino que resuene una generación después.
Para los familiares, es una ofensa que los militares condenados como el general Jesús Armando Arias Cabrales y el coronel Alfonso Plazas Vega, tengan una reclusión especial. También, para otros es imposible perdonar cuando por parte del presidente Belisario Betancur no hay respuestas y cuando los responsables, no lo han otorgado.
Ahora bien, mientras que los familiares de los desaparecidos hicieron con ahínco sus intervenciones, no pasó lo mismo con los elegidos con los representantes de la Justicia, la más afectada hace 30 años con el Holocausto. El presidente del Consejo de Estado, Luis Rafael Vergara, hizo un llamado al aprendizaje y avocó por la paz, en un discurso que no hizo justicia al coraje de los integrantes de esa Corporación inmolados y de otros más que lograron sobrevivir para contar hoy cómo les fue retirado el refuerzo de seguridad que se había ordenado ante la inminencia de la acción del M-19.
Aun así, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, magistrado Leonidas Bustos, hizo un llamado a reconocer la necesidad de proteger a los funcionarios que administran Justicia en el país y, como lo hiciera Reyes Echandía hace 30 años a minutos de su muerte, le pidió al presidente Santos “que cese el fuego”.
Dato
El presidente Juan Manuel Santos pidió perdón por las desapariciones forzadas de Carlos Augusto Rodríguez Vera, Cristina del Pilar Guarín Cortés, David Suspes Celis, Bernardo Beltrán Hernández, Héctor Jaime Beltrán Fuentes, Gloria Stella Lizarazo Figueroa, Luz Mary Portela León, Lucy Amparo Oviedo Bonilla, Gloria Anzola de Lanao e Irma Franco Pineda. Igualmente lo hizo por la desaparición forzada y ejecución extrajudicial del magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán Rojas.
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