Monsieur Periné, un "suin" que se expande por el mundo entero

Por: Isabel Peláez

Y está feliz la vocalista de Monsieur Periné de regresar. “Nací en Cali en el Hospital Universitario del Valle. Mi familia paterna es valluna, mi papá era de Tuluá. Mi mamá y mi familia materna son del Quindío. Viví en Cali hasta que me gradué del Liceo Francés. Estuve dos años por fuera, porque mi papá estaba de viaje. Al regresar, quería ver antropología y me fui a Bogotá a estudiarla, y conocí la banda. Tocaba más con ellos que lo que hacía como antropóloga. La música me apasiona y me nace de manera natural, nunca he tenido una instrucción teórica”, cuenta.

Repiten en Cali, ciudad de sus afectos...

Sí hemos estado dos veces en Cali, en Mikasa Bar. Esta vez venimos al Teatro Jorge Isaacs, un lugar emblemático de la música, para mí que soy caleña es un orgullo estar allí. Nunca en mi vida pensé dedicarme a la música y ahora que tenemos esta banda, estar en ese lugar es un homenaje a lo que significa Cali para mí.

Y lo llamaron ‘Concierto del suin del mundo’ en alusión al fin del mundo. ¿Realmente qué cree que pasará ese 21?

Yo no creo que una fecha determine lo que vaya a suceder, pero sí que tiene que haber un cambio de mentalidad, hace mucho tiempo la Tierra nos está dando señales de que necesita otro tipo de humanos habitándola, otro tipo de acercamiento de los individuos con quienes los rodean, otro tipo de prácticas para sobrevivir, para habitar bien nuestro planeta. Una fecha puede que no determine un cambio radical, pero es importante que exista ese símbolo, para que la gente reflexione sobre cuál es su labor y cómo es que está conviviendo con los demás.

Necesitamos gente que crea en el respeto, en la convivencia, en el amor y esté alineada con la naturaleza. No se pueden seguir construyendo las ciudades a partir de individuos que ven de una manera tan individual el planeta.

Cuéntenos sobre ese 2007 en el que usted y sus amigos forman Monsieur Perine en una plaza en Villa de Leyva...

Fue poco a poco, nos conocíamos, estuvimos en vacaciones en Villa de Leyva, al regresar comenzamos a ensayar. Al principio era como ser amigos a través de la música. Todos eran músicos menos yo. Se fue dando un gusto por esos encuentros y como banda nos presentamos en espacios musicales en Bogotá. Hace dos años decidimos asumirlo, no como ‘hobby’ sino como un proyecto de vida.

Tienen como base el ‘jazz manouche’, lo fusionan con bossa nova y son cubano, ¿qué género quieren explorar?

Hay miles de músicas que faltan por explorar, Colombia tiene muchísimas, no solamente las de las costas, que no se han explorado, la música latinoamericana es riquísima, infinita, nos interesa mucho.

¿Y de dónde proviene esa influencia de los ritmos franceses de los años 30 y 40?

De los guitarristas que aprendieron el jazz gitano, les gustó y algún día decidieron proponerlo en la banda. Yo sabía francés y se dio. Es una música divertida, que se puede bailar y mezclar muy bien con nuestras músicas de por acá. Nos llamaba la atención hacer algo diferente, raro, sin ninguna pretensión de volverlo ni un género, ni una tendencia ni una moda. Nunca nos imaginamos que este proyecto iba a crecer de la manera que ha crecido.

¿Cuál ha sido el premio más significativo, el disco de oro para ‘Hecho a mano’?

Los premios dan más credibilidad en un circuito que funciona con acreditaciones. Más importante es la conexión con la gente, sentir que se sintió contenta, que se quedó pensando, que la experiencia transformó su vida. Un disco de oro es reflejo que la gente valora nuestro trabajo, porque cree en nosotros.

¿Cómo involucró vestuario e ilustradores?

Formé un equipo con Alejandra Rivas, en el diseño de vestuario, y José Arboleda, en el diseño gráfico. Siempre me pregunto por la identidad y he buscado exacerbar los álter egos que construímos, caracterizando los personajes que asumimos en escena, reflejo de nuestros gustos y de cómo entendemos la música.