EL NUEVO DÍA|LA PATRIA
A sus 70 años, Arquímedes Trujillo debe cargar sobre sus hombros hasta dos galones repletos de agua para llevarlos a su casa en la vereda Pueblo Nuevo, de Natagaima, que está entre las poblaciones más afectadas por cuenta del fenómeno del Niño en el país.
Cada día, a las 5:30 de la madrugada, este hombre sale de su rancho y camina media hora a través de una zona desértica en busca del líquido que brota de un aljibe. Sus dos hijos, con ollas, baldes y vasijas, lo acompañan, bajo una temperatura que, en promedio, se eleva cada día a los 44 grados centígrados –en meses anteriores, era de 40–.
Este es el drama que a diario afrontan las 30 familias de la vereda, que sufren la misma sequía intensa que afecta a 10 mil habitantes de las 37 veredas de la zona rural de Natagaima. “Acá no llueve desde febrero, la sequía es insoportable”, dice Trujillo.
Leonor Calderón, de 80 años, también padece en carne propia la sed que azota a la región. Con la cabeza tapada por toallas, para evadir los rayos del sol, la mujer se dirige día a día con sus hijos y nueras camino al aljibe, pero al llegar la fila de habitantes que esperan llenar sus recipientes es interminable.
Cultivos, acabados
La falta de agua no solo afecta el consumo humano y el aseo personal. Cultivos de plátano, maíz, arroz, limón y naranja no cuentan con los riegos apropiados, por lo que se están acabando.
Lo paradójico es que históricamente la región ha estado bañada por los ríos Magdalena, Anchique, Guaguarco, Nanurco y Yacó, y quebradas como Bateas, Jagual y Los Ángeles. “Por culpa del verano los ríos están casi secos y las quebradas se convirtieron en playas de piedra y arena”, comenta Teófilo Bustos, habitante del resguardo indígena Tamirco, y agrega: “Parecemos burros cargando agua”. De hecho, por el río Magdalena se descuelga apenas un hilo de agua.
Escarbar por el líquido
Cerca de Pueblo Nuevo, en el resguardo indígena Anacarco, unos 15 hombres y mujeres también hacen fila en un aljibe que construyeron de manera artesanal para abastecerse de agua. Otros, en tanto, van a una mana cercana, como les dicen a los nacimientos de agua, que han sido, por ahora, una tabla de salvación. “El aljibe lo hicimos de cuatro metros de profundidad, pero a menudo toca escarbar la tierra para encontrar agua”, cuenta Rafael Manío.
La sequía ha sido tan devastadora que en la zona de Tamirco se secaron ocho lagos habilitados para la cría de mojarra roja, cachama y bocachico, que servía como negocio y alimento de las familias. Bustos es uno de los más perjudicados, pues se le secaron varias hectáreas de caña y plátano, y como el verano no cede se vio obligado a salir de un cultivo de pescado en el que había invertido 3 millones de pesos.
“Sin agua no hay cultivos ni comida ni bebida para los animales, sin agua no hay vida”, dice. Esa misma preocupación invade a moradores de veredas como Tinajas, Velú, Palmita, Palma Alta, Guasimal, Chaquirá, Olirco y San Miguel.
“A algunos, el agua del acueducto nos llega unas dos horas en la noche, pero esa dicha no es de todos los días”, dice Luis Yara, habitante de la región. Y Emilia Yaima, consejera mayor del Consejo Regional Indígena del Tolima (CRIT), señala que muchos jóvenes y adultos han abandonado sus hogares en busca de oportunidades. “Como no hay comida ni empleo, muchos se han ido a ciudades como Bogotá o Ibagué en busca de trabajo, y de lo que ganan les envían a sus padres para que no mueran de hambre –cuenta–. Yo creo que este es el pueblo más caliente de Colombia”.
Calamidad pública
Brady Reyes, coordinador del Comité de Gestión del Riesgo de Natagaima, afirma que en septiembre a las zonas rurales llegaron carrotanques de la Defensa Civil del Tolima, pero que no han vuelto, por lo que la comunidad reclama mayor atención. Sin embargo, las 9 veredas de la margen derecha del río Magdalena no fueron atendidas por la imposibilidad de pasar los carrotanques en el ferry. Reyes agregó que, para atender tantas emergencias, la Alcaldía decretó la calamidad pública.
En cuanto a los 15 mil habitantes de la zona urbana del municipio, Jorge González, secretario de Gobierno, sostiene que el servicio de agua se presta normalmente, pero que el río Anchique, del que se abastecen, presenta una reducción importante en su caudal. El funcionario hace un llamado a la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgo con el fin de que envíen carrotanques y poder apaciguar, al menos un poco, la sed de Natagaima.
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