COLPRENSA | LA PATRIA | Bogotá
Aunque permanece con pronóstico reservado y sus posibilidades de vida son cada vez menores, las autoridades esperan que el patrullero Sneider Bobadilla Pacheco se recupere para saber exactamente qué fue lo que pasó esa fatídica tarde del pasado miércoles.
Nadie sabe con exactitud qué se le atravesó por la cabeza al patrullero Bobadilla, guardia de seguridad del edificio de la Dirección General de la Policía Nacional y por tanto uno de los pocos que tiene el privilegio de permanecer armado y acompañado de un can en uno de los edificios más protegidos del país.
Ese día, el uniformado dejó el perro de seguridad a cargo de un compañero, subió al tercer piso, buscó a la patrullera Martha Isabel Correa, su compañera sentimental desde hacía algún tiempo -unos dicen que desde hacía pocos meses, otros que llevaban varios años juntos-, y luego de una acalorada discusión le disparó tres veces, en el pecho y el abdomen, con su arma oficial de dotación.
Al escuchar los disparos, el mayor Ricardo Alberto Romero Sanabria, un curtido oficial en la lucha contra el delito, intentó mediar en la situación, pero también fue impactado dos veces por Bobadilla Pacheco quien, instantes después, intentó suicidarse.
Hoy la Policía Nacional llora a otros dos de sus héroes, una patrullera que desde niña siempre quiso portar el uniforme, y un Mayor casado con una Capitán, también Policía, y deja huérfano a un angelito de apenas cuatro años.
Las investigaciones hasta ahora están comenzando, pero ya se conocen algunos detalles que pudieron desencadenar en una tragedia que, como dijo el general Rodolfo Palomino, director de la Policía Nacional, obedeció a "un hecho de intolerancia".
De hecho, los patrulleros Bobadilla Pacheco y Correa "sostenían una relación (sentimental) tormentosa", según contó la fiscal que lleva el caso.
Soñó con la Policía
La patrullera Martha Isabel Correa Chavarro, quien de acuerdo con sus familiares siempre soñó con ser Policía, nació en Bogotá hace 25 años. Era funcionaria del Grupo de Asuntos Internacionales de la Dirección de la Policía Nacional, estaba soltera y no tenía hijos, pues de sus prioridades era sacar adelante a sus padres y a sus cinco hermanos, con quienes vivía en Bosa, un barrio popular del sur de la Capital.
En su carrera como uniformada llevaba cuatro años, pero ya había recibido 25 felicitaciones por su buen desempeño como Policía y su entrega para cumplir de manera efectiva con las labores que se le asignaban.
Cuando se graduó de bachiller hizo una carrera técnica de Asistencia en Administración Documental en el Sena, estudios que le sirvieron para ser asignada al Grupo de Asuntos Internacionales de la Dirección de la Policía Nacional.
Hoy la familia de la patrullera Correa llora su partida. Su primo Orsain Muñoz Chavarro le contó a Colprensa que “la familia está muy consternada y destrozada, estamos esperando a que las investigaciones nos digan qué fue lo que pasó. Estamos desconcertados”, dijo entre sollozos.
Muñoz recordó que su prima era “una niña muy dinámica, muy tranquila y dedicada a su trabajo, su sueño siempre fue ser Policía”.
Romero, hoja de vida impecable
El mayor Ricardo Alberto Romero Sanabria tenía una hoja de vida impecable: ejercía como oficial del Grupo de Asuntos Internacionales de la Dirección de la Policía Nacional.
Nacido en Bogotá hace 36 años, estaba casado con la también oficial de la Policía, capitán Carolina Ibagué Rojas, actualmente asignada a la Dirección de Inteligencia Policial. De su unión queda un pequeño hijo de apenas 4 años.
El destacado oficial llevaba 16 años en esa Institución, era Administrador de Empresas, con un diplomado en Política Pública y Seguridad y un curso de Integridad Interfuerzas en Estados Unidos.
En su hoja de vida figuran cinco menciones honoríficas, dos condecoraciones por servicios distinguidos, dos medallas de Naciones Unidas y 50 felicitaciones, los últimos reconocimientos como resultado de su eficiente desempeño.
El mayor Romero había ingresado desde sus 20 años a la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander con el objetivo de ser de los mejores oficiales, y desde entonces continuó con una carrera ascendente que lo elevó, como siempre quiso, a ser de los oficiales más vocación de servicio, tanto así que ofreció su vida por defender más que a una de sus subalternas, a una de sus compañeras.
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