De lejos aparenta ser uno de tantos armadillos que muestran en televisión, pero a medida que la distancia disminuye, por el aspecto y el tamaño, parece traído directamente de la prehistoria.
El ocarro tiene el tamaño de un cerdo mediano, un animal muy grande para su especie y es por eso que es más conocido como armadillo gigante. Su peso alcanza los 30 kilogramos, es de hábitos nocturnos, son hábiles excavadores gracias a sus enormes garras, se alimenta de insectos, corre a altas velocidades y se encuentra en las sabanas del Meta y Vichada.
Según Edith Chacón Saavedra, médico veterinario del 'Bioparque Los Ocarros', en Villavicencio, esta especie “no cambió evolutivamente, por lo que se diferencia poco de su ancestro”, de ahí su apariencia arcaica.
“Los armadillos son una especie autóctona. Son nativos de América del Sur, en donde existen unas características especiales y únicas que hicieron que la fauna evolucionara sin condiciones externas. Por eso, armadillos no hay en otra parte del mundo (...) En Estados Unidos fueron reintroducidos y lo consideran plaga”, explicó Chacón.
Y es por esa especial condición, que el Bioparque Los Ocarros, en convenio con Oleoducto de los Llanos Orientales (ODL), Corporinoquia, Fundación Omacha, Cormacarena y Corpometa, llevan a cabo un proyecto para el manejo y conservación de los armadillos.
Dice la veterinaria que “ODL tiene dentro de su imagen corporativa a un armadillo, por lo que por medio del programa de responsabilidad social decidieron hacer su compensación en fauna” y ayudar a esta especie que en algunas clases, como es el caso del ocarro, se encuentran amenazadas.
Ese convenio tiene dos componentes, por un lado el educativo que busca que las comunidades de la zona aprendan a conservar la especie y su hábitat. “Por ejemplo en los restaurantes se les da una capacitación para evitar que ofrezcan carne de especies silvestres dentro de su menú tradicional; se van a comenzar a certificar ese tipo de establecimientos y dar incentivos en infraestructura”, señaló Chacón.
También se educa desde los colegios, para que los estudiantes conozcan la especie, diversifiquen su conocimiento animal y sobretodo adquieran un espíritu de conservación y respeto a la naturaleza.
Por otro lado, está el componente investigativo y apoyo a la fauna que está fuera de su hábitat natural. En donde se cuidan, alimentan y protege a las especies que por cualquier razón fueron extraídas de sus territorios.
En los llanos orientales existen cinco clases de armadillos: el gigante, también conocido como trueno u ocarro; El hediondo o Cola de Trapo, el cachicamo o nueve bandas, el sabanero y el artacacho. Aunque en el bioparque solo se encuentran los tres primeros.
El sabanero es el armadillo más común y muchas personas lo cazan para alimentarse, lo que los convierte en una especia en situación critica, vulnerables y en algunos casos en peligro de extinción.
Como la mayoría de las especies animales, la amenaza es la intervención del hombre. “La caza indiscriminada para consumo, para venta de fauna ilegal, hay que tener en cuenta que el tráfico de especies silvestres es el tercer negocio ilegal más lucrativo después de la droga y las armas. También los capturan para convertirlos en mascotas, les dañan su hábitat. Es claro que si les quitan sus condiciones naturales van a verse afectado y en la mayoría de las ocasiones son las grandes industrias, que tengan o no políticas de responsabilidad ambiental, siempre afectan la naturaleza (…) Es importante señalar que todas estas practicas son un delito y están penadas por la ley”, finalizó Edith Chacón.
- Algunas personas prefieren cazar ocarros para venderlos como alimento, porque su tamaño significa mayor rentabilidad.
- Los caparazones de los armadillos son utilizados para hacer un instrumento musical de cuerda llamado charango.
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