LAURA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Muchos llegaron porque sus familias los abandonaron, otros porque buscaban envejecer en otras condiciones y con otra gente. Lo cierto es que a estos ancianos pocas personas quieren brindarles una mano de esperanza y paciencia.
En el barrio Comuneros, carrera 9D entre calles 51B-08, hay una casa que alberga a 10 personas quienes viven en ocho pequeñas casas con una habitación, cocina y baño en situación de precariedad.
"Vivimos de lo que la comunidad nos regala", afirma Fabiola Orozco, de 60 años, poseedora del lugar desde hace 32. "Al principio éramos 20 personas beneficiadas del lote que donó una asociación de personas", agrega Fabiola.
Maratón
Ella no tiene claridad de quién es el predio, ni quién lo regaló. Lo único cierto es que lo hicieron personas de buena voluntad y preocupadas por la vejez, asegura.
A los 27 años llegó a Comuneros con sus padres, y desde entonces ha dedicado sus días a cuidar de los olvidados, como ella los llama con cariño. "Hace un mes se murió Sinforoso Pérez, y gracias a un señor que nos colabora logramos pagar el entierro de $2 millones".
Los ancianos no pagan servicios funerarios, por eso después de una muerte, empieza la maratón para recoger el dinero del entierro. Al final de la ausencia siempre hay un cupo libre con una larga lista de espera.
Mientras Fabiola conversaba en la sala de su casa, en el mismo predio de las ocho viviendas, una señora entra y pregunta por si hay un cupo libre en el hogar. Ella responde que no. "A diario vienen a pedir cupos, pero es muy difícil tener lugar para todos".
Casas con problemas
Desde hace 32 años estas viviendas no han tenido mantenimiento y se han sostenido con paredes en ladrillo y tejas puestas de forma improvisada. Hace un mes, un muro estaba sostenido por una guadua. "Se desplomó la pared debido al paso de carros pesados y porque las casitas están muy viejas", expresa Fabiola.
También el deterioro natural de las viviendas y el azote de las inclementes lluvias producen humedad en las paredes y pisos. "Cuando los niños salen del colegio tiran piedras y fracturan los techos y se produce más humedad", manifestó Luz Dary Quintero, líder comunal.
Fabiola asegura que en el tiempo que lleva con el ancianato nunca ha recibido una factura de servicios públicos, solo de teléfono, por el que debe tres meses por unos $100 mil.
No es un ancianato
Carmenza Posada, funcionaria de la Secretaría de Desarrollo Social del Municipio, manifiesta que aunque este lugar sea llamado ancianato no cumple con los estándares de calidad para un centro de promoción y atención al adulto mayor. "Aunque ellos lo institucionalicen", apunta.
Posada asegura que el predio es de un particular. "Dicen que es del antiguo Inurbe y también de un norteamericano, pero el Instituto Geográfico Agustín Codazzi no tiene claro a quién le pertenece, por eso no les facturan servicios públicos. Nadie da razón de nada: una residencia sin Dios ni ley".
A esto se le suma la queja de algunos habitantes de Comuneros. Dicen que los ancianos no viven gratis, que deben pagar arriendo, frente a esto Fabiola sostiene que no les cobra un peso y que cada uno recibe su pensión y prepara sus alimentos como quiera, pues es el único espacio en donde pueden residir estos viejos.
Historias
Casa número cinco
Josefa y Omaira viven allí desde hace seis años. Omaira asegura que cambió de hogar porque su familia la cohibía: "No salga que se puede caer, me decían mis sobrinas". No obstante, hace ocho meses, mientras caminaba hacia la iglesia, sufrió un mareo y se cayó. 22 puntos tuvo en su cadera fracturada y ahora no se puede mover sin ayuda de un bastón. Su deseo de Navidad es tener un novio con bolsillos grandes.
Casa número seis
Gilberto Antonio Pulgarín tiene una gripa que lo tiene de cama. Está casado con Ofelia López hace
60 años, y llevan seis en el hogar de ancianos. Tuvieron 15 hijos, solo ocho aún viven. "Nos ayudan poco porque ellos también tienen sus obligaciones", dice Ofelia.
Casa número siete
Las hermanas Nury y Gilma Aranzazu también llevan seis años en el hogar. "Éramos arrimadas en casas de familiares. Después Fabiola me ofreció una casa un poco caída, que con ayuda de unas señoras logramos reformar". Dicen que viven cómodas porque están bajo techo, sin embargo en algunas partes de esta cubierta hay huecos por donde se filtra el agua y hay humedad.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015