EFE | LA PATRIA | KABUL
Afganistán anunció ayer la muerte del líder de los talibanes, el mulá Ómar, en 2013 en un hospital de Pakistán, en momentos en que se inicia un proceso de diálogo entre el Gobierno y los insurgentes para poner fin a un conflicto de cerca de 14 años.
El propio presidente afgano, Ashraf Gani, confirmó oficialmente la versión de la muerte del hombre más buscado del país, versión a la que Estados Unidos calificó de "creíble".
El portavoz del Directorio Nacional de Seguridad de Afganistán, Abdul Hassib Sediqi, indicó que el mulá Ómar estaba enfermo y fue hospitalizado hace dos años y cuatro meses en un hospital cercano a la ciudad de Karachi. "Murió en el hospital, pero no sabemos si falleció por una enfermedad o por otro motivo".
Pocos líderes están rodeados del secretismo y el misterio del jefe talibán surgido de la posguerra tras el conflicto afgano-soviético que gobernó Afganistán con mano de hierro y estuvo en paradero desconocido desde la invasión estadounidense en 2001.
Desde la caída de su régimen no hizo apariciones públicas, lo que alimentó los rumores sobre su muerte, que ganó fuerza en los últimos meses hasta ayer ser confirmada.
Poco se sabe en Occidente de la trayectoria de Ómar, un clérigo musulmán de origen humilde nacido en un pueblo cercano a la ciudad sureña de Kandahar hace 55 años, según la primera biografía publicada en abril por los talibanes.
Luchó contra la invasión soviética (1979-1989), donde SE destacó en el uso del lanzacohetes RPG-7 y sufrió varias heridas, entre ellas la pérdida de un ojo.
A la retirada de las tropas de la URSS, siguió un breve Gobierno comunista y un brutal conflicto civil entre diferentes grupos muyahidines, caos que aprovechó el mulá para crear en 1994 el grupo los talibanes, compuesto por estudiantes de las madrasas de Pakistán, hogar para millones de refugiados afganos.
Al frente de "los hijos desilusionados de la yihad", el mulá Ómar se erigió en una suerte de Robin Hood que ayudaba a los pobres frente a los abusos de otros grupos insurgentes sin pedir nada a cambio, lo que hizo aumentar su prestigio, de acuerdo con el libro Los talibanes del periodista paquistaní Ahmed Rashid.
En solo dos años, el modesto mulá logró el control de la mayor parte de Afganistán, tomando Kabul en 1996.
Ese mismo año, fue nombrado Amir-ul Momineen o Príncipe de los Creyentes, que lo convirtió en el dirigente de la yihad y emir de Afganistán.
La confirmación de este nombramiento llegó el 4 de abril de 1996, cuando Ómar apareció ante la multitud sobre el tejado de un edificio, en el centro de Kandahar, ciudad del sur de Afganistán desde la que gobernó hasta la invasión de EE.UU.
Impuso la sharía
En el Emirato Islámico de Afganistán, como los talibanes renombraron el país, el mulá Omar impuso una rígida interpretación de la sharía o ley islámica y trató de recrear el modo en que vivió el profeta Mahoma hace 1.400 años, según Rashid.
Así, se prohibió a las mujeres que salieran de casa, estudiasen, usasen tacones porque llamaban la atención de los hombres o se pintasen las uñas, y se las obligó a vestirse con burkas, mientras los varones tuvieron prohibido afeitarse la barba.
Las ejecuciones, amputaciones y las lapidaciones públicas por la violación de los edictos talibanes se convirtieron en eventos semanales entre 1996 y 2001.
El país sufrió sanciones de Occidente por su desprecio de los derechos humanos, pero fue la negativa a entregar a Estados Unidos al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, refugiado en suelo afgano y acusado del ataque a las Torres Gemelas, la que provocó la invasión estadounidense de Afganistán y la caída del régimen talibán en octubre del 2001.
El mulá Ómar huyó de Kabul en una motocicleta y desde entonces no hizo apariciones públicas, lo que alimentó los rumores sobre su muerte que fue confirmada ayer.
El Gobierno de Afganistán y representantes talibanes mantuvieron el 7 de julio en Pakistán su primera reunión oficial en los diálogos de paz, tras encuentros informales en Catar y Noruega en meses anteriores, y se prevé que mañana se
cumpla en Pakistán la segunda reunión.
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