Militantes de Hezbolá enarbolando la bandera del grupo.

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Militantes de Hezbolá enarbolando la bandera del grupo.

LA PATRIA | ESTOCOLMO

Desde la revolución de 1979 que vio la transformación de Irán en una teocracia islámica, el país ha buscado extender su influencia en Oriente Medio para contrarrestar la de los principales Estados enemigos de su régimen: Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita. Con este fin, ha desarrollado una red de grupos intermedios que obran en este sentido, galvanizados por principios religiosos y por una animadversión fomentada por décadas de injusticias percibidas.

Dichos grupos gozan de bastante independencia, pero sí reciben su mayor apoyo financiero extranjero de Teherán, por lo que forman parte integral de la política exterior iraní, unidos bajo la denominación de “Resistencia Islámica”. A cambio de dinero, equipamiento militar y entrenamientos, permiten al Estado iraní intentar crear o mantener situaciones que le son favorables en la región, sin tener que desplegar y arriesgar a muchos de sus soldados regulares. Además, Irán puede alejarse y desresponsabilizarse —en apariciencia— de las acciones de estas milicias al pretextar que son independientes.

Casi todos son de orientación chií, la rama del islam mayoritaria en Irán, pero minoritaria en la región y en el mundo musulmán. La Fuerza Quds, la franja de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica —la rama de las Fuerzas Armadas iraníes encargada de proteger el sistema político autocrático en vigor—, vela sobre la coordinación y el abastecimiento de estos grupos, que se presentan a continuación. Son miembros de esta facción que murieron este martes en un ataque israelí en el consulado iraní en Damasco, la capital siria.

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Hezbolá

Hezbolá (“Partido de Dios” en árabe) es considerado como el grupo armado no estatal más poderoso del mundo, e Israel lo ve como la amenaza suprema a su existencia. Con el impulso de Irán, inició sus actividades en 1982 en respuesta a la invasión del sur del Líbano —una región mayoritariamente chií— por tropas israelíes en plena guerra civil libanesa. Ayudada por Teherán, la organización se ha equipado de arsenal militar y ha construido una red de infraestructuras como bases, túneles y almacenes para apoyar sus operaciones.

En el 2000, las tropas israelíes que seguían ocupando parte del territorio libanés se retiraron, agotadas por los asaltos repetidos de Hezbolá, lo que fue una publicidad significativa para la milicia. En julio del 2006, después de que sus combatientes mataran a ocho militares israelíes y capturaran a dos más, Israel decidió acabar con Hezbolá. Una guerra siguió durante 34 días sin que los israelíes lograran cumplir su objetivo.

Al camuflar estratégicamente su equipamiento y sus soldados dentro de la población e infraestructura civil, Hezbolá resistió a uno de los ejércitos más poderosos del mundo. En efecto, esta disposición hizo casi imposible su erradicación física, pues para ello el Estado hebreo tendría que causar daños colaterales extremos, algo no fácilmente factible por temor a perder el respaldo de sus países aliados.

Lo que Hezbolá catalogó de victoria en la guerra del 2006 catalizó su reputación, y sus miembros o asociados han permeado desde entonces todas las instancias públicas del Líbano, e incluso ha establecido sus proprias instituciones. El gobierno libanés ha constado de ministros afiliados a Hezbolá aliándose notablemente con uno de los principales partidos tradicionalmente cristianos—, y el grupo provee servicios bancarios y sociales, además de construir y dirigir escuelas y hospitales en sus feudos. Muchos observadores hablan de un “Estado dentro del Estado”.

Una proporción sustancial de libaneses están en contra de su control creciente en el país, acusándolo de favorecer a los intereses iraníes y de recurrir a tácticas de intimidación, asesinatos políticos y emprendimientos beligerantes, además de culparlo en buen parte por la corrupción y mala gestión que han hecho que el Líbano atraviese actualmente una crisis económica sin precedente.  La crítica también tiene que ver con el hecho de que Hezbolá quita poder legítimo al ejército regular del país, las Fuerzas Armadas libanesas.

Desde el ataque de Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre y la respuesta devastadora del Estado hebreo, Hezbolá ha estado tirando misiles sobre Israel en muestra de solidaridad con Hamás, en un principio de “unidad de los frentes” contra Israel. Sin embargo, ha estado cauteloso de no traspasar líneas rojas que provocarían una escalada desmedida del conflicto en el Líbano.

Hamás

Aunque, al contrario de los demás principales grupos mencionados en este artículo, Hamás es fundamentalmente suní, recibe mucho apoyo de Irán por ser enemigo de Israel: un informe del 2020 del Departamento de Estado de los Estados Unidos evaluaba a 100 millones de dólares el monto que la República islámica enviaba entonces a la organización y a otros grupos armados de la Franja de Gaza, como Yihad Islámica Palestina.

En diciembre de 1987, después de dos décadas de ocupación israelí de los territorios palestinos de Cisjordania y de la Franja de Gaza —la cual había empezado durante la guerra de los Seis Días, la Primera Intifada (“temblor” en árabe) estalló: los palestinos iniciaron una ola de manifestaciones, desobediencia civil y ataques para protestar contra las pésimas condiciones de vida a las que estaban sometidos. Se encontraron con un Estado hebreo decidido a sofocar el brote. Este episodio, que duró hasta los Acuerdos de Oslo de 1993, dejó a cerca 2000 palestinos y 200 israelíes muertos.

Es durante estos años tumultuosos que nació Hamás, un movimiento islamista que busca acabar con Israel, al considerar el Estado hebreo como ilegitimo por haberse constituido por la fuerza y con el apoyo occidental sobre tierras palestinas. Empezó a atacar a soldados y civiles israelíes con secuestros y atentados a la bomba.

En la Segunda Intifada, que duró del 2000 al 2005 y fue aún más violenta unos 3000 palestinos y 1000 israelíes murieron, Hamás ganó en fuerza y empezó a usar misiles. En el 2005, por pragmatismo más que por benevolencia, los israelíes aceptaron retirarse de la Franja de Gaza, poniendo fin a una ocupación de 38 años —pero se quedaron en Cisjordania—.

Elecciones se celebraron en el territorio en el 2006 y el ala política de Hamás obtuvo la mayoría de los escaños frente al partido Fatah, más moderado y promovedor de la solución a dos Estados —un Estado palestino y uno israelí independientes, siguiendo las fronteras de 1967—. El año siguiente, reforzado por su brazo armado las Brigadas de Ezzeldin al-Qassam—, Hamás tomó forzosamente el control de toda la Franja de Gaza, manteniendo desde entonces un régimen sin contrapeso.

Este autogolpe motivó Israel —que considera Hamás como un grupo terrorista— y Egipto —también por cuestiones de seguridad, según el gobierno— a aplicar un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo del estrecho territorio, con puntos de entrada y salida restringidos. Con sus 2,4 millones de habitantes confinados en tan solo 365 kilómetros cuadrados, la Franja de Gaza es uno de los territorios más densamente poblados del planeta, recibiéndose a menudo el tétrico apodo de “prisión más grande del mundo”.

Desde entonces, Hamás se ha inspirado de Hezbolá, construyendo como este una red de túneles que suman 500 kilómetros de largo, y ha camuflado su armamento dentro de centros poblacionales e infraestructuras civiles. Conflictos violentos entre Hamás e Israel han estallado varias veces desde el 2007, y Hamás ha desarrollado la costumbre de tirar misiles sobre Israel para protestar contra violaciones de derechos de los palestinos de Cisjordania por el Estado hebreo —muchas debidas a la colonización de esta región por israelíes, pese a que ello sea en contra del derecho internacional—.

Los civiles gazatíes siempre han pagado el precio más alto. Además de sufrir por los enfrentamientos y vivir con miedo constante, aumenta el nivel de pobreza entre ellos—65% en el 2022 versus 39% en el 2006— debido al bloqueo, la corrupción de sus oficiales y a los fondos desviados por Hamás para sostener su aparato de guerra. Es más, un informe de la organización no gubernamental Save the Children, basada en Londres, revelaba en el 2022 que cuatro de cada cinco niños en Gaza padecían depresión.

Varios reportes, incluso desde Israel, apuntan a que el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu —tercamente opuesto a la solución de dos Estados—, ha tolerado que fondos extranjeros entren en la Franja de Gaza por los puntos de control y lleguen a Hamás, en una estratagema de “divide y vencerás”: al haber Hamás en control de la Franja de Gaza y el partido Fatah en el poder en Cisjordania, los dos territorios palestinos han permanecido divididos políticamente, impidiendo por tanto la creación de un Estado palestino propiamente dicho.

No obstante, de tanto alimentar el fuego, el gobierno israelí se quemó: en la mañana del 7 de octubre del 2023, Hamás y combatientes yihadistas de otros grupos se infiltraron en Israel para cometer una matanza cuya atrocidad chocó al mundo: asesinaron a 1139 personas, dos tercios de ellos civiles, incluyendo niños, y tomaron además a unos 250 rehenes. Irán desmintió estar al corriente de que se iban a ejecutar estos atentados, pero sí respalda las acciones de Hamás.

Las represalias por parte de Israel han sido devastadoras: hasta la fecha, según el Ministerio de Salud de la Franja de Gaza operado por Hamás, 33 mil personas han sido masacradas en el territorio desde el inicio de la reacción israelí. El 24 de marzo, Francesa Albanese, la relatora especial de las Naciones Unidas para los territorios palestinos, advirtió de que “hay motivos razonables para creer que se ha alcanzado el umbral que indica la comisión del delito de genocidio”, una acusación que el gobierno israelí ha rotundamente negado. Este ha prometido continuar su operación hasta la aniquilación de Hamás y la liberación de todos los cautivos.

Destrucción en Gaza

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La destrucción causada por bombardeos israelíes en Gaza. El presidente de Estados Unidos calificó el 7 de octubre del 2023 de "día más mortífero para los judíos desde el Holocausto". A su vez, la campaña marcial de Israel para acabar con Hamás en la Franja de Gaza ha sido la ofensiva militar más destructiva del siglo XXI, según lo que Corey Scher, del Centro de Posgrado de la Universidad Municipal de Nueva York, y Jamon Van Den Hoek, de la Universidad Estatal de Oregón, expertos en cartografía de daños en guerras, revelaron a la emisora de noticias canadiense CBC News.

Los hutíes

Los hutíes surgieron como movimiento en el inicio de los años 90, guiados por el prominente clérigo zaidí  —una rama del chiismo prevalente en Yemen— Hussein al-Houthi. Su propósito era  rebatir contra las políticas del presidente Alí Abdalá Saleh y la influencia de Arabia Saudita —que apoyaba a Saleh— en el país. El movimiento se radicalizó con la invasión de Irak por los Estados Unidos en el 2003, pasando a llamarse oficialmente Ansar Alá (“Partidarios de Dios”).

Inspirados por las “victorias” de Hezbolá contra Israel en el Líbano en el 2000 y el 2006 y con el respaldo de este grupo armado, los hutíes crecieron, poniéndose cada vez más en contra del régimen. En el 2011, durante lo que se llamó en Occidente la “primavera árabe”, protestas masivas forzaron a Saleh a dimitir, dejando el cargo de jefe de Estado al que era su vicepresidente, Abdrabbuh Mansur Hadi.

Sin embargo, un giro de 180 grados se dio en el 2014 cuando Saleh y las facciones del ejército que lo seguían apoyando se aliaron a los Hutíes, insatisfechos con el nuevo gobierno, para derrocar a Hadi —aunque Irán les había aconsejado de no llegar hasta ese punto—. En unos meses de combates lograron tomar la capital, Saná, precipitando la huida del mandatario a Arabia Saudita. Además, caputaron otras partes importantes del noroeste de Yemen, incluyendo la ciudad portuaria de Hodeida, punto neurálgico en el estrecho de Bab el-Mandeb, que permite el pasaje marítimo entre el océano Índico y el mar Rojo —y, por extensión, el Mediterráneo—.

Una coalición de varios países árabes liderada por los sauditas y apoyada por Estados Unidos y el Reino Unido dio comienzo a una brutal campaña de bloqueo y bombardeos para ayudar a las tropas fieles a Hadi y sacar del poder a la alianza Hutíes-Saleh, vista como opuesta a sus intereses y demasiado cerca de Irán.

Esta guerra y el embargo al que Yemen ha sido sometido se tradujeron en consecuencias desoladoras, las Naciones Unidas estimando a finales del 2021 que unas 377 mil personas habían muerto en Yemen desde el 2015 por el conflicto, el 60 % por hambre o enfermedades. Pese a ello, la meta de la “Operación Tormenta Decisiva” está todavía lejos de cumplirse.

El país sigue dividido, con los Hutíes firmemente asentados en gran parte del territorio que conquistaron hace una década y cooperando de manera aún más cercana con Irán y Hezbolá. Saleh, él, fue asesinado en el 2017, poco tiempo después de cambiar de bando otra vez.

Desde el inicio de la sanguinaria campaña de resarcimiento de Israel en la Franja de Gaza, los Hutíes han estado importunando los flujos navales en el mar Rojo por donde pasa el 11% del comercio global y el 12% del petróleo transportado por vía marítima con ataques contra buques. Los ejércitos estadounidense y británico respondieron con una contraofensiva dirigida hacia la infraestructura militar del grupo yemenita.

Este ha descrito sus acciones como muestras de solidaridad hacia el pueblo palestino y una manera de mostrar su indignación frente al tratamiento recibido por Israel. También ha enviado mísiles y drones sobre el sur del Estado hebreo, que bordea el mar Rojo, pero estos fueron interceptados por el altamente sofisticado sistema de defensa aérea israelí.

Asalto del Galaxy Leader por los hutíes

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Captura de pantalla de un video publicado por los hutíes mostrando su asalto del buque Galaxy Leader, propriedad de una compañía cuyo coproprietario es un empresario israelí. El 19 de noviembre del 2023, militantes del grupo yemení llegaron al barco en helicóptero —el cual, como se puede ver en la imágen, enarbolaba las banderas de Yemen y Palestina—, tomaron posesión del imponente vehículo y capturaron a sus 25 tripulantes. Según el gobierno estadounidense, Irán ayudó a los hutíes a planear la operación, lo que Teherán ha negado.

La Resistencia Islámica en Irak

En el 2003, los Estados Unidos tumbaron el régimen de Saddam Hussein, bajo el cual la minoría árabe suní de Irak gozaba de privilegios que no eran accesibles para la mayoría árabe chií y la minoría kurda. Es más, los estadounidenses desmovilizaron el ejército de Hussein en el marco de un proyecto de reconstrucción estatal mal planeado.

Esta fue la oportunidad de volver a Irak para miles de chiíes que habían previamente huido a Irán para escapar de la persecución bajo el mandato de Hussein. Durante su exilio, muchos habían sido entrenados por la Fuerza Quds. Se disparó entonces el número de milicias pro-irán en Irak que luchaban para expulsar a los estadounidenses de su país, lográndolo en gran parte durante el 2011.

Esta multiplicación de organizaciones paramilitares chiíes también se explicó por la necesidad de lucha contra yihadistas suníes, principalmente el Estado Islámico. No obstante, un cisma apareció entre las facciones pro-Irán y las más nacionalistas iraquíes: ambos bandos se separaron,  los grupos fieles a Teherán juntándose bajo la designación de Resistencia Islámica en Irak.

Como en el Líbano, Irán ha logrado permear las instancias políticas del país, aprovechándose de la purga de los afiliados al partido de Saddam Hussein, el Baaz. Un hombre cerca de Qasem Soleimani —comandante de la Fuerza Quds asesinado por los Estados Unidos en el 2020—, Nuri al-Maliki, fue primer ministro de Irak del 2006 al 2014.

Muchos iraquíes, incluso en urbes mayoritariamente chiitas como Basora y Kerbala, han protestado contra la mano de Irán sobre su país. En el 2019, por ejemplo, tales manifestaciones fueron reprimidas severamente por las autoridades, dejando unos 600 muertos.

Mientras tanto, organizaciones paramilitares como la Organización Badr, Kataeb Hezbolá o Asaib Ahl al Haq continúan con acciones para proteger los intereses de Irán, creyendo en la santidad de su lucha y de la palabra del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei. Por ejemplo, atacaron bases de Estados Unidos en el Medio Oriente después del inicio de la campaña militar de Israel contra Hamás en octubre.

El régimen sirio

Siria es el eslabón que vincula Irán al Mediterráneo: el gobierno de Bashar al-Asad, aliado de Teherán, permite la circulación de armas y recursos movilizados por el Estado iraní hacia el Líbano, para abastecer Hezbolá. Por esta razón, Irán y Hezbolá han jugado un rol crucial en la supervivencia del régimen de al-Asad en la guerra civil siria, que perdura desde el 2011. El territorio sirio es también utilizado como base de operaciones por varios grupos armados de la Resistencia Islámica en Irán. Todo ello explica por qué Israel conduce regularmente ataques por mísiles en Siria, como el del pasado martes: quiere perturbar las cadenas de suministro e impedir las actividades de tales grupos.

Bashar al-Asad y Alí Jamenei

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El presidente sirio, Bashar al-Asad, y el líder supremo de Irán, el ayotalá Alí Jamenei, encontrándose en Teherán el 25 de febrero del 2019.

Datos sobre Irán

Bandera de Irán

Nombre oficial: República Islámica de Irán

Ubicación: Oriente Medio

Capital y área metropolitana más poblada: Teherán

Idioma oficial: persa

Superficie: 1.648.195 km² (17.º en el mundo)

Población: 87.590.873 personas (2023, estimación) (17.º)

Índice de desarrollo humano (IDH): 0,780 (2022) (77.º)