El papa Francisco denunció ayer la corrupción, el virus social que hace tanto mal en Latinoamérica y lo infecta todo, en su discurso ante el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, y otras autoridades en su primera jornada de visita a Perú.
Kuczynski le pidió al papa que dé a su país un empujón hacia la paz y el diálogo, durante la ceremonia protocolaria celebrada en el Palacio de Gobierno de Lima.
Francisco llegó ayer en la tarde después de visitar Puerto Maldonado, en cuyo acto central en el Coliseo Madre de Dios, donde unos 4 mil representantes de los indígenas mostraron orgullosos sus cantos, bailes y tradiciones, recordó uno a uno los nombres de los diferentes pueblos originarios de la Amazonía desencadenando los aplausos.
Amenazas
La alocución del pontífice fue un duro alegato y citó todas las amenazas que aniquilan el Amazonas y a los indígenas.
Comenzó con la fuerte presión de los intereses económicos "que dirigen su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales".
Y por otra parte, "la perversión de ciertas políticas que promueven la conservación de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas".
Citó entonces que "los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo. Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque".
También, el pontífice argentino cargó contra "algunos movimientos" que "acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios".
"Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonía como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes", argumentó.
El papa también quiso compartir unos momentos con los habitantes de puerto Maldonado y denunciar la esclavitud sexual de mujeres y niñas, que es una lacra en esta zona.
Divisón
Francisco llegó a un Perú fracturado en lo político después de un agitado diciembre, que dejó a Kuczynski al borde de la destitución y que derivó a su máxima tensión con el indulto que otorgó a Alberto Fujimori, el expresidente condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad cometidos bajo su mandato.
La tensión dejó al Gobierno de Kuczynski enfrentado con el partido fujimorista Fuerza Popular, opositor y mayoritario en el Parlamento, que impulsó su destitución, y a su vez, abrió una brecha irresoluble en el seno de dicho partido, entre los partidarios de su líder, Keiko Fujimori, y los de su hermano Kenji.
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