Fabiana Frayssinet
IPS | LA PATRIA | El Pato (Argentina)
Sus siete hijos crecieron y ahora cuida a un pequeño nieto que la sigue mientras trabaja una huerta orgánica en el El Pato, al sur del Gran Buenos Aires. Olga Campos quiere para ellos lo que ella no alcanzó: educarse para labrarse otro destino.
“Tengo 40 años y estoy yendo recién al colegio, cosa que nunca imaginé que haría. Como no pude ir a la escuela, para mí lo más importante como madre era que mis hijos sí fueran”, contó Campos, en la localidad de unos 7 mil habitantes del municipio de Berazategui, a 44 kilómetros de la capital argentina.
Su nieto Jhonny de tres años, uno de los cinco que tiene, juega a cosechar cebollines, pero para su abuela esa tarea nunca fue una diversión.
“Me costó sacar a los chicos adelante, gracias a la huerta y al trabajo de limpieza en casas, lo conseguí”, contó Campos.
“Es cansador porque en el verano aunque haga calor tenés que trabajar igual; llueve y tenés que trabajar igual; hace frío y tenés que trabajar igual”, explicó.
Campos cultiva tres hectáreas arrendadas, junto a su cuñada Limbania Limache.
“Uno ve que allá (en la ciudad) tienen más facilidad de transporte. Pero acá una tiene que salir cuando llueve caminando o en bicicleta, recuerda Limache, de 30 años, que tiene dos hijos, uno de ellos con discapacidad.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres rurales, de las que el 15 de octubre se celebró el día internacional, representan una cuarta parte de la población mundial, producen más de la mitad de los alimentos y viven una mayor desigualdad económica, social y de género.
Así sucede en Argentina
“Las mujeres rurales no tienen el mismo acceso que los hombres a la tenencia de la tierra, a los créditos, a las capacitaciones. Muchas veces las políticas públicas están pensadas por y para hombres rurales y la mujer queda en un segundo plano”, subrayó la responsable de género de la FAO en Argentina, Cecilia Jobe.
“Acá lo que nos mata son los alquileres de tierra. Tenemos que pagar para arar y nos cobran muy caro el tractor. Me gustaría mucho conseguir mi propia tierra. Pedimos que nos den la posibilidad de pagar nuestra propia tierra, no que la regalen” aclaró Campos.
Los créditos también son difíciles. “Te dan un montón de vueltas, y al final te cansan”, agregó Limache, cuyo esposo también se dedica a la agricultura en otra parcela.
Según el censo del 2010 en Argentina, con 40 millones 117 mil 96 habitantes entonces, 20 millones 593 mil 330 eran mujeres, de las cuales, 651 mil 597 estaban en áreas rurales agrupadas y un millón 70 mil 510, en áreas rurales dispersas, sumando un millón 722 mil 107.
“Muchas de ellas, elaboran la mayor parte de los alimentos domésticos, hecho que garantiza una dieta variada, minimiza las pérdidas y aporta productos comercializables. Asimismo dedican sus ingresos a la compra de alimentos y a las necesidades de sus hijos”, destacó Patricio Quinos, subsecretario de Ejecución de Programas para la Agricultura Familiar.
Derechos
“Me gustaría que mis hijos estudien y trabajen de otra cosa porque el campo es duro”, confió Limache.
Según la FAO si se garantizaran esos derechos, se produciría entre 20% y 30% más de alimentos, lo que significaría 150 millones de personas menos con hambre en el planeta.
Consciente de ese papel, la ingeniera agrónoma María Lara Tapia, asesora a sus vecinas de El Pato en el cultivo de hortalizas orgánicas, expone: “Les muestro que hay salidas diferentes. Lo que pasa a veces es que los agricultores no salen del campo para ver otras alternativas, entonces quedan sujetos a que venga un camión del mercado a imponerles un precio y llevarse la mercadería”.
“Ser mujer en el medio rural es difícil. Es un sector muy conservador”, reflexionó Tapia. Para las campesinas la situación es peor, reconoce.
“No se considera que están trabajando, sino ayudando. El marido, el padre o el hermano les dicen: ‘vení a ayudar en el campo’, cuando en realidad están trabajando a la par de ellos”, enfatizó.
¿Ayudar al hombre en el campo?: “Nosotras somos parte del trabajo igual que ellos. Hacemos lo mismo y aparte todos los quehaceres de la casa. Somos parte”, replicó Limache.
Protección
El funcionario del Ministerio de Agroindustria detalló que algunos estudios realizados por la FAO demuestran que las posibilidades de supervivencia de un niño se incrementan un 20% cuando la madre controla el presupuesto doméstico.
Justamente, la campaña de la FAO en Argentina “Mujeres Rurales, motores del desarrollo”, busca comprometer a los distintos poderes del Estado a elaborar políticas públicas y legislación para ese sector, en las que la cuestión de género esté presente.
“La mujer rural está invisibilizada. Las dificultades que tienen las mujeres urbanas se exacerban en el mundo rural. Hablamos de una tarea reproductiva y productiva en la que actividad no es remunerada”, resumió Jobe.
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