Mariana González
EFE | LA PATRIA | Zacatecas (México)
El municipio mexicano Sombrerete, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2010, cambió su rostro de pueblo minero para convertirse en un destino que conjuga la belleza de la arquitectura colonial con el ecoturismo.
Al ser parte del Camino Real de Tierra Adentro, conocido también como el Camino de la Plata, la Unesco declaró en 2010 Patrimonio Cultural de la Humanidad al centro histórico de Sombrerete junto con otros dos lugares: el parque nacional Sierra de Órganos y el pueblo fantasma La Noria.
La distinción ha dado nueva vida a este municipio mexicano al que llegan turistas nacionales y extranjeros, sobre todo en el periodo vacacional de Semana Santa, luego de visitar Zacatecas, la capital del estado homónimo ubicado en el centro norte del país.
"El turismo está detonando", dice Margarita Escamilla, residente de Sombrerete y guía turística, quien afirma que en el último año se duplicó el número de visitantes a esta ciudad durante Semana Santa.
A medio camino entre Sombrerete y el parque nacional Sierra de Órganos está La Noria, un pueblo fantasma en la montaña bautizado con el nombre de una antigua mina que fue su sostén durante varios siglos.
Historia
La historia de Sombrerete, a 170 kilómetros de distancia de la capital estatal, se va contando entre sus calles de piedra marmoleada y sus edificios coloniales de piedra de cantera, las plazas públicas y las fuentes.
Los españoles fundaron la ciudad en el siglo XVI por su cercanía a las vetas de oro y plata de esta zona. La abundancia de minerales dio trabajo, esplendor y riqueza a las más de 30.000 personas que llegaron a habitarla.
Fue llamado "centro minero de Zacatecas" y era "bien cuidadito", primero por los españoles, luego por quienes apoyaron el movimiento de independencia en 1810 y un siglo después por los líderes revolucionarios porque sabían que "aportaba dinero y hombres", explica Escamilla.
La riqueza que alcanzó el poblado se reflejó en los 10 templos virreinales, edificios de gobierno y 22 haciendas que se conservan de manera parcial.
Las iglesias resguardan altares labrados, arte sacro y algunas catacumbas; las fachadas de piedra rosada eran adornadas con finos tallados y relieves que son preservados para el disfrute de los visitantes.
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