Wilson Escobar Ramírez* Papel Salmón
Echar mano de la manida frase “Que se suba el telón” resulta cuando menos impúdico para referirse a un Festival de Teatro que, como el de Manizales, ha sabido sortear todas las crisis y ha llegado a los 45 años de existencia para gritarle al mundo que sigue aún allí.
A cambio de aquella frase de cajón, que ya sabe a poco, propongo otra que resuena desde la pasada edición del Festival: “!Que revienten los actores!”. Ese es el título de una de las dos obras que trajo el año pasado el colectivo uruguayo Complot Teatro, y que se erigió como uno de los mejores montajes de aquel festival.
Es que si algo caracteriza al Festival de Manizales es esa celebración del actor. Y se dirá: todos los festivales lo hacen, porque sin el actor no hay teatro. Sí, pero hoy, en lo que Mario Vargas Llosa da en llamar “La civilización del espectáculo”, es inocultable que el actor tiende a diluirse en una escena cada vez más híbrida, más mediatizada por las pantallas y por la “electrónica sonora”, más afectado por el mar de objetos que han crecido a su lado y se han potenciado en una época en que lo bello se exalta sin apenas una verdad escénica, y sí con mucha superficialidad plástica. Allí, en ese teatro espectacularizado, el actor hace parte del telón de fondo, del paisaje sonoro.
Contrario a esa tendencia mundial de banalizar la cultura, de “farandulizar” todo aquello que procede de la intelectualidad y las bellas artes, festivales como el de Manizales preservan ese sentido de lo festivo, del encuentro real entre el actor y el público, en y por fuera de la escena.
El de Manizales es de esos festivales que sitúan al actor en primer plano, no sólo por los pequeños escenarios en los que se desarrolla (trátese del Galpón de Bellas Artes, el auditorio de la Universidad Nacional, el auditorio de Confamiliares, o de los espacios no convencionales que aprovechan bodegas en abandono, viejas casonas, bares alternativos, etc. ), sino porque la selección de la muestra que se hace en cada edición privilegia ese teatro íntimo, cercano, al que el espectador es invitado en su oficio de fisgón.
El dramaturgo chileno Marco Antonio De la Parra, que estuvo en este festival hace ya una década, precisa muy bien “El cuerpo del actor” que habita la escena a pocos metros del nuestro:
“El grado cero del teatro.
El silencio, la oscuridad, el vacío, la inmovilidad.
La sola presencia del CUERPO del actor impone la acción.
No se mueve y sin embargo ya algo está sucediendo.
Es un milagro durante una décima segundo.
La luz que recorre su CUERPO escribe la emoción imperante.
El aliento (neffesh) sobre la materia le otorga la vida.
Anima lo inanimado.
Si se mueve, la inquietud puede ser aterradora o dulce o terrible o hermosa.
Si emite un sonido, si sencillamente gime o grita o llora o tararea, la pieza ha comenzado”.
Una presencia que requiere del público cómplice de la escena y que está condensado en una imagen imborrable que el Festival nos heredó desde finales de los años ochenta: un escenario desnudo, inmenso como el que más (la boca abierta del escenario de Los Fundadores), en el centro una montaña de basura y entre ella un actor mimetizado. Entre el escenario y el patio de butacas un cartel que pende en uno de los extremos de la sala y que reza: “Para que actúe tire de la cuerda”.
Allí, en esa escena detenida de Primer amor de Beckett montada por el Teatro Fronterizo de José Sanchís Sinisterra, reside esa comunión entre el actor y el público. Un público que tira de la cuerda para que el actor reviente.
Tradición y vanguardia
Que revienten los actores, sí. El Festival de Manizales se ha mantenido fiel a esa idea que lo hizo renacer de las cenizas en septiembre de 1984: el diálogo entre la tradición y la vanguardia.
Y así se verá en la edición 45 que inicia este 31 de agosto, en la que comparecen formatos del teatro clásico confrontados con los nuevos lenguajes; los códigos claros del teatro y las hibridaciones propias de esta época: la danza contemporánea, la danza física-aérea, el flamenco; las artes circenses y de la calle, las rupturas del relato, las fragmentaciones temporales, las hipertextualidades, el teatro de animación por sombras chinescas y el que simula el lenguaje secuencial del cine.
Es la teatralidad pluridiversa la que afluye para configurar una fiesta que ha dejado de ser sólo teatro y es ya una fiesta de las artes de representación y convivio, a la que asisten clásicos como Shakesperare, contemporáneos como Antonin Artaud, y voces propias de un teatro latinoamericano que reclaman un lugar en la historia del teatro mundial.
La ruptura uruguaya
Este año el Festival tiene como invitado especial el teatro de Montevideo, Uruguay, un reconocimiento a la Capital Iberoamericana de la Cultura que ostenta durante este 2013.
Ya desde hace dos años el público manizaleño se ha acercado a estas nuevas expresiones escénicas del país sureño y se ha dejado deslumbrar con las provocaciones de Complot Teatro o el Instituto Goethe de Cultura.
Ahora la muestra se ha ampliado a otras compañías, una de gran renombre como es la Comedia Nacional que hace en Manizales su estreno mundial de La mitad de Dios, con dramaturgia y dirección del que es considerado en enfant terrible de la escena uruguaya: Gabriel Calderón, a quien ya conocemos en el Festival con obras como Muñequita y Ex, que revienten los actores, está haciendo un teatro con voz propia y ha trazado un camino singular en el que el pasado reciente de su país y las crisis del uruguayo de hoy se ven reflejados en una escena provocadora, irreverente y frenética.
Pero no está sólo en esas búsquedas. A su manera otros creadores, como Santiago Sanguinetti –director y autor de Argumento contra la existencia de vida inteligente en el cono sur, o Ivan Solarich con su inquietante Podleg reclaman su propia forma de decir, de investigar y experimentar en los nuevos lenguajes de la escena. Se caracterizan -como señala el periodista uruguayo Diego Acosta- por la exploración de los géneros teatrales y los sistemas de representación, donde subyacen transformaciones en la concepción de los espectáculos y en la relación con los espectadores.
“Uno de sus rasgos distintivos es su estética rupturista y la exploración de nuevas posibilidades escénicas, a través de espacios no convencionales o la alteración del espacio escénico. Una de las principales rupturas es la de la linealidad, a través de la simultaneidad de acciones, la discontinuidad temporal y la multiplicación de los puntos de vista, características compendiadas perfectamente en Bienvenido a casa de Roberto Suárez”.
Ser o no ser Shakespeare
Alguien decía que un festival sin Shakespeare era como un teatro sin pasiones. El Rey Lear y Romeo y Julieta comparecen en esta edición para poner al actor en primer plano. La UNAM de México, que tiene como protagonista al actor Germán Jaramillo, nacido en Manizales, se enfrenta a la más radical y despiadada obra de Shakespeare, en palabras de su director Hugo Hiriart. “El Rey Lear muestra la tragedia de la decadencia: el inevitable declinar de todo lo vivo, la pérdida de autonomía del anciano”.
Por su parte Kikn Teatro, de Bolivia regresa al Festival con una mirada muy particular de Romeo y Julieta. Adentrado en las teorías del caos, su director Diego Aramburo está haciendo una de las propuestas más personales, osadas e innovadoras de la escena latinoamericana. Con su grupo Kikn Teatro desarrollan una dramaturgia propia y se enfocan en una búsqueda de nuevos lenguajes, lenguajes cruzados entre artes escénicas, la performance y mucha influencia de nuevas tecnologías y artes visuales.
El múltiple acento del Festival número 35, puesto en torno a la generación de los nuevos creadores colombianos y latinoamericanos, el encuentro de las artes iberoamericanas en la gran carpa ubicada en Expoferias, así como la muestra del mejor teatro que se hace hoy en Uruguay, tienen en el centro al actor en el primer plano. ¡Que revienten los actores!
*Crítico e investigador teatral. Docente Universidad de Manizales.
Obras recomendadas
-. De Carmen (Trànsit Dansa, España)
Bailar para no morir y vivir para bailar… Así podría resumirse la trayectoria de la bailaora Carmen Amaya, una artista singular, nacida en el barrio de chabolas del Somorrostro, que acabó seduciendo con su arte a medio mundo. Danza y música flamenca en vivo trazan el recorrido sensorial en la vida de esta artista.
-. Pogled (El Mura, Uruguay)
Un viaje particular, único. Revelador. Un viaje como el de Harvey Keitel en la película de Theo Angelopoulos La mirada de Ulises, referida y reinventada en la escena. Un actor que no está solo. A su lado, una banda de rock cuyos integrantes tienen la misma edad en la que el autor intentaba sobrevivir con ambos padres presos en tiempos de la dictadura militar. Un hombre que recuerda sus orígenes.
-. Romeo y Julieta (Kikn Teatro, Bolivia)
Esta escenificación de Romeo y Julieta trabaja la intimidad del conflicto de los jóvenes amantes, desde el pragmatismo, relativismo y hasta nihilismo de nuestros tiempos. ¿Cómo es el amor actualmente? ¿Cómo son los adolescentes de nuestros días? ¿Cómo es alguien romántico ahora? ¿Dónde situamos la rivalidad insalvable y al mismo tiempo ridícula de esa historia, en la realidad boliviana, latinoamericana, y urbana de nuestra actualidad? Todos estos cuestionamientos dan vida a los conceptos de partida de este Romeo y Julieta, un trabajo radical y extremo, muy distinto a una “simple ambientación” de la obra a nuestro tiempo.
-. Argumento contra la existencia de vida inteligente en el cono sur (Argumento, Uruguay)
Dos parejas, cuatro estudiantes de filosofía, planean una masacre “a la Primer Mundo” en la Facultad de Humanidades. Quieren acabar, entre otras cosas, con la “inteligencia”. Desesperados, inmaduros y delirantes, se trata de cuatro mareados obsesos políticos de izquierda que pueden servir de espejo tanto a una generación uruguaya –la que creció en los noventa– como a la naturaleza de la contemporaneidad uruguaya.
-. Maleza (Un cuento en teatro-animación - Compañía teatro Móvil, Chile)
Una historia narrada a través del Teatro y la animación con muñecos (Stop Motion). Es un thriller que cuenta la historia de Ana, una joven que vive encerrada en una casa en el sur de Chile; su vida está marcada por la muerte de su padre y la locura de su madre. Para salir de este encierro Ana recurre a su amiga Clara y juntas buscarán la forma de escapar.
-. La mitad de Dios (Comedia Nacional, Uruguay)
Ante una posible guerra mundial de carácter religioso, el Papa regresa a su pueblo para revelar el origen de los conflictos que enfrentaron a diversos sectores de la población. Un pueblo donde se han producido inexplicables milagros y extraños comportamientos que sorprenden a líderes eclesiásticos, políticos y militares que requieren pronta atención de la máxima autoridad de la Iglesia. En una atmósfera de confusión y dudas que amenazan los cimientos de la religión, una joven musulmana se manifiesta reclamando verdad.
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